John Cryan, neurocientífico de la University College Cork de Irlanda, explicó que desde hace tiempo grupos de investigadores se han interesado por la influencia de las bacterias intestinales en el cerebro y en la conducta humana. Se sabe que las toxinas y estimulantes del sistema inmunológico que desprenden los insectos patógenos que atacan nuestro cuerpo alteran el comportamiento, pero hasta ahora no se pudo confirmar esa misma acción por parte de las bacterias que viven en nuestro intestino.
Los resultados de las investigaciones se publicaron en el mes de agosto del año 2011. Aunque ya habíamos hablado de ello en el momento de la publicación, ahora, por su interés, volvemos a traer el tema a portada. Para los análisis se efectuaron varias pruebas con ratones. Después de alimentarlos con una bateria benigna, la Lactobacillus rhamnosus (elemento importante de los complementos probióticos), se comprobó que los efectos secundarios son benignos. Los ratones mostraron menos signos de estrés y ansiedad. En los cerebros de los ratones tratados, los investigadores encontraron cambios en la actividad de los genes que codifican porciones del receptor para el neurotransmisor GABA.
GABA disminuye la actividad neuronal. Se utiliza en muchos medicamentos que tienen como objetivo el tratamiento de trastornos de ansiedad. Al cortar, en los ratones, el nervio que une el intestino con el cerebro y que se ocupa de transmitir información, se comprobó que los efectos de la Lactobacillus rhamnosus desaparecían. Estos hallazgos abren una interesante especulación, tal como explica Emeran Mayer, un gastroenterólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, para saber la influencia de los complementos probióticos en el humor de las personas. Aunque los resultados obtenidos en los ratones no se pueden transmitir totalmente a los humanos, debido a la diferencia de complejidad en el comportamiento emocional, es un paso adelante, pero aún queda camino por recorrer.
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