No llueve. El día es ideal para acercarse a las orillas del río Miño, al paseo fluvial que discurre en una de sus márgenes. Un recorrido de ida y vuelta, de cerca de cinco kilómetros, ayuda a eliminar las calorías que sobran, a desentumecer los músculos, a mantenerse en forma. Zonas de sol y sombra y un paisaje agradable, con el agua como acompañante, hacen que el paseo colme nuestras necesidades.
El domingo fuimos, como otros muchos días, mi mujer, nuestra perrita y un servidor a dar una de esas vueltas obligadas. Eran las doce de la mañana y el sol pegaba fuerte, acompañado de un alto nivel de humedad. Dejamos el coche aparcado e iniciamos el paseo, como otros muchos días. Fuimos hacia los Robles, próximo al antiguo chapuzo. Yo iba delante, manteniendo un ritmo uniforme tal como me recomendó el cardiólogo, con el fin de controlar la hipertensión que me aqueja. Llegamos al final, cerca del puente nuevo, y dimos la vuelta en dirección al puente romano.
Hay un tramo asfaltado, de poco más de quinientos metros, próximo al puente romano, habilitado para paseantes y para bicicletas, con un pequeño carril en una de las márgenes. Ya habíamos dado la vuelta tras llegar al puente viejo. Yo seguía delante. Me encontré con un antiguo compañero de estudios. Estamos hablando tranquilamente cuando quedamos sorprendidos por la caída, acompañada de un fuerte impacto contra el suelo, de una muchacha que paseaba, perfectamente pertrechada, en una bicicleta. La sorprendió un desnivel en el suelo, con bache incluido, que llevaba cerca de dos años sin arreglar.
La chica, que se levantó con rapidez, sin ser necesaria nuestra ayuda, tenía heridas en piernas y brazos. Le preguntamos si estaba bien al mismo tiempo que la ayudamos a sentarse en uno de los bancos que hay en el paseo. Nos contó en un castellano especial que no tenía nada, que iba despistada y que no había visto la trampa. Mi mujer le dio un paquete de pañuelos para que se limpiase la sangre y la tranquilizó. La muchacha nos dijo que era alemana y que estaba haciendo un Erasmus en Lugo. Al poco rato, después de limpiar las heridas y de tranquilizarse, se volvió a subir a la bicicleta y continuó su marcha.
Esta mañana volvimos al paseo fluvial, a hacer nuestro saludable recorrido. Cual no sería nuestra sorpresa al ver que un grupo de obreros estaba arreglando el bache, acompañados de la maquinaria pertinente. Habían pasado dos años, con unas cuantas caídas de ciclistas y nadie tomó medidas a la hora de eliminar la trampa, pero llegó una chiquita alemana, sufrió un accidente, y a los dos días unos obreros arreglaron la calzada. No hay duda de que detrás de esta medida está la mujer más poderosa de la Tierra, la canciller alemana Angela Merkel. Estoy seguro que llamó al responsable o responsables políticos lucenses del mantenimiento del paseo fluvial y les apremió para que tomasen medidas. No se podía permitir que un alemán o alemana sufriesen un accidente por culpa del abandono de unos gobernantes. ¿O acaso consideras que Angela no hizo la llamada? Si es así, si dudas de mi teoría, dame otra explicación.