Todo es posible. Eso es indiscutible. Y desde que la tecnología pasó a formar parte de nuestras vidas, más todavía. Hay personas que se conforman con ver, con examinar, con contemplar lo que hacen o hicieron los demás. No pasa nada por ello. Otros no pueden vivir sin crear, sin buscar en los más recónditos rincones de su imaginación con el fin de generar momentos que rompen con los cánones establecidos. Unos y otros, los que disfrutan viendo y los que colman sus necesidades creando, son respetables siempre que ellos mismos respeten lo que hacen los demás.
El tipo de la barba es un ser normal, como cualquiera de nosotros. Pero hay algo que lo distingue, que lo hace diferente, y no es precisamente su barba y sus capacidades de dominio de la misma, sino la forma de presentarnos los trucos que utiliza para sorprendernos.
Está claro que es imposible rasurar la barba con un dedo o sólo utilizando crema de afeitar. Si la barba es poblada, hasta es posible esconder entre los pelos pequeños objetos, pero no podemos decir lo mismo si lo que se esconde es un calabacín. ¿En dónde está el truco? Todo es cuestión de técnica, sólo hay que mostrar las escenas que interesan y el resto, después de cortarlas, tirarlas a la papelera. A lo que no le encuentro mucho sentido es al brutal ataque de la espuma de afeitar.