Ya sé que en el mundo actual no prima la capacidad de raciocinio, mas bien todo lo contrario. La fuerza impera sobre la lógica. El pensamiento, como razón de ser, está siendo superado por la consecución de lo deseado sin importar los medios, sin pensar en los que pueden quedar en el camino, todos los que se ven implicados directa o indirectamente en el devenir de un asunto. Aunque esta forma de obrar estuvo siempre presente en las actuaciones humanas, de algunos hombres y mujeres, hoy es más intensa, tanto en el aspecto cualitativo como en el cuantitativo.
La lógica y el razonamiento
Por ello, tal vez algunos (espero que ninguno de los que estáis leyendo esto), no sean capaces de buscar y, por ende, entender la solución al pequeño problema de lógica que planteo a continuación. En él la vida de una persona depende de una frase, de una única frase, la que le obligan a emitir sus potenciales verdugos. Veamos la historia.
La historia
En el estrambótico país de Simplonia, un hombre ha sido condenado a muerte. Sólo su capacidad discursiva le permitirá salvar su vida. Tiene que emitir un enunciado antes de que sus verdugos seleccionen el método de acabar con ella (con la vida), es decir, de matarlo, de someterlo al indeseado salto hacia la eternidad. Si el enunciado emitido por el condenado es verdadero, será fusilado. Si el enunciado es falso, será decapitado. ¡Pobre hombre!
La pregunta
¿Existe alguna posibilidad de que el tal individuo salve su vida? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué enunciado ha de emitir?
Solución
Los que no sean capaces de resolver el problema o quieran comprobar si su solución es válida, pueden leer lo que viene a continuación:
El condenado tendría que decir: “Seré decapitado”.
Está claro que los verdugos no sabrán que hacer. No podrá ser decapitado, ya que para ello el enunciado debería ser falso y, en este caso, sería verdadero. Tampoco podrá ser fusilado, ya que para ello el enunciado debería ser verdadero y, en este caso, sería falso.