Si recurrimos a un diccionario de la Lengua Española, encontramos dos definiciones para convivencia, «acción de convivir» y «relación, y en especial buena armonía, entre personas que conviven». El significado de convivir es, «vivir en compañía de otro u otros, cohabitar». No podemos vivir en sociedad si no respetamos a las mujeres, hombres y niños que nos rodean, si no nos damos a ellos, si no los convertimos en una parte de nuestra existencia.
Salimos a la calle. Nos cruzamos con personas que van a trabajar, con jubilados que pasean sin rumbo, con niños que van y vienen. Unos cuantos son vecinos y conocidos. Los saludamos. Con algunos nos paramos a hablar del tiempo, de política o de fútbol. Convivimos. Es nuestro sino y estamos de acuerdo con él.
La vida es cada vez más complicada y compleja. Nuestra sociedad es multiracista y multicultural. Cada persona es como es. Por ello no debemos considerar como un extraño al que no tiene nuestro mismo color de piel, al que no habla nuestra lengua, al que tiene un status social inferior al nuestro, al que no piensa como nosotros. Todos somos seres humanos y como tales debemos vivir en concordancia con alegrías y tristezas, con satisfacciones y miserias, con riqueza y pobreza. Convivir es «vivir con». No somos anacoretas ni depredadores, somos ciudadanos del mundo. Conservemos y protejamos la naturaleza, no la llenemos de despojos, de deshechos que la destruyan. Lo que nos rodea forma parte de nosotros.
Dijo en cierta ocasión Martin Luther King, el eminente activista de los derechos civiles, «hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos». Su afirmación resume en pocas palabras la evidencia, el estar siendo de cada día. Tenemos que cambiar. No podemos destruir, no podemos ignorar, no podemos olvidar, tenemos que saber que la vida es un camino que hay que recorrer en común, unos con otros, ayudándonos. ¡Convivamos!