Hombres y mujeres están por medio. Ellos y ellas son los protagonistas, activos o pasivos. Son retratos, en tono jocoso, de formas de ser. Es evidente que no somos iguales.
¡No os lo toméis en serio!
Dios es sabio
Un hombre caminaba por una playa gaditana en profunda oración. Repentinamente, dijo en voz alta: «Señor, concédeme un solo deseo».
En ese instante el cielo se nubló y la voz poderosa y profunda de Dios dijo: «Porque has sido fiel a mi en todos los sentidos, te concederé el deseo que pidas».
El hombre dijo inmediatamente: «Quiero que construyas un puente hasta Lanzarote para que yo pueda conducir hasta allá cada vez que se me antoje».
El Señor contestó enseguida: «Tu petición es extremadamente materialista. Piensa en la complejidad logística de semejante proyecto. Los pilares del puente tendrían que alcanzar el fondo de mi Océano Atlántico. Imagina la cantidad de hormigón y acero que eso requeriría… Puedo hacerlo, pero es difícil para mi justificar tu deseo por algo tan mundano. Tómate un poco más de tiempo y piensa algo que me honre y glorifique».
El hombre meditó durante un largo rato. Finalmente dijo: «Señor Padre, he estado casado cuatro veces y las cuatro me he divorciado. Mis mujeres decían de mi que soy desconsiderado e insensible. Mi deseo es poder comprender a las mujeres. Quiero saber como se sienten por dentro, lo que piensan cuando me someten al tratamiento del silencio, por que lloran, que quieren decir cuando dicen «nada» y como puedo hacer que una mujer se sienta realmente feliz y dichosa».
Tras unos minutos Dios respondió: «Y ese puentecillo lo quieres de 2 ó 4 carriles?».
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La joya
Un tío llega con una mujer guapísima a la joyería Tiffany’s, y juntos escogen una joya de 5.000 euros para ella. Al pagar la cuenta, el hombre saca su talonario. El vendedor pone cara de preocupación, pues es la primera vez en su vida que ve a aquel sujeto. El cliente que percibe su gesto, le dice:
– Veo que está pensando que el cheque puede no tener fondos, ¿cierto? Pues bien, vamos a hacer lo siguiente, como hoy es viernes y el banco ya está cerrado… quédese con el cheque y con la joya. El lunes, tan pronto haya cobrado el cheque, mande entregar la joya en la casa de la señorita, ¿vale?.
El vendedor se queda tranquilo, y el lunes, al intentar cobrar el cheque, efectivamente constata que no hay fondos.
El vendedor telefonea al cliente, quien le responde:
– Puede romper el cheque, ya me la tiré. Gracias por la colaboración.
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He ahí la diferencia
Un día, un ama de casa buscaba unos palos para su cocina de leña con el fin de hacer el almuerzo para su familia. Estaba cerca del río, cortando una rama de un árbol caída, cuando se le escapó el hacha de la mano y fue a parar dentro del río.
La mujer suplico a Dios y El apareció. Le preguntó:
– ¿Por qué estas llorando, querida mujer?
La mujer le respondió que su hacha se había caído al río.
Dios entro en el río, sacó un hacha de oro y le pregunto:
– ¿Es esta tu hacha?
La noble mujer le respondió:
– No, Dios, no es esa.
Dios entró nuevamente en el río; esta vez sacó un hacha de plata y volvió a preguntar:
– ¿Esta es tu hacha, mujer?
– No, Dios, tampoco es esa.
Dios volvió nuevamente al río, sacó un hacha de acero y mango de madera y de nuevo preguntó:
– ¿Es esta tu hacha?
– Si, respondió ella, esa es.
Dios estaba tan contento con la sinceridad de la mujer que la mandó de vuelta a su casa, regalándole las otras dos hachas, la de oro y la de plata.
Otro día, la mujer y su amado marido estaban paseando por los campos cuando el tropezó y cayó en el río. La infeliz mujer, que no sabia nadar, se puso a suplicar a Dios. El apareció y le preguntó:
– Mujer, otra vez tu, ¿por qué estás llorando?
La mujer respondió que su esposo había caído en el río y se había ahogado. Inmediatamente, Dios se tiró de cabeza al río, sacó de los pelos a Brad Pitt y le preguntó a la mujer:
– ¿Es este tu marido?
– Sí, sí, asintió la mujer.
Entonces Dios se enfureció:
– Eres una mujer mentirosa, exclamó.
Pero rápidamente la mujer le explicó:
– Dios, Usted perdone, pero fue un malentendido. Si yo hubiera dicho que no, entonces Vd. me habría traído a Mel Gibson del río, y si le hubiera vuelto a decir que tampoco era el, Ud. me habría traído a mi marido, y cuando dijera que si, Vd. me mandaría para mi casa con los tres hombres. Mas yo soy una humilde mujer y no podría cometer trigamia. Por eso es por lo que dije sí al primero de ellos.
Dios halló justo el comentario de la mujer y la perdonó.
Moraleja de esta historia: «Las mujeres mienten tan bien que hasta Dios las cree».