Hace ya algún tiempo leí que los jóvenes utilizan con fruición su móvil cuando se sientan en el retrete. Se dedican, sobre todo, a controlar su WhatsApp, a contestar los mensajes que han recibido o están recibiendo y a enviar otros nuevos. Algunos, y algunas también, y no tan jóvenes, utilizan asimismo su dispositivo móvil para leer las últimas noticias accediendo a Internet, para controlar su Twitter y su Facebook, y hasta para evaluar sus ganancias de Adsense. Está claro que muchos sufren la última enfermedad (¿o no es una enfermedad?) registrada, la móvil dependencia.
Lo que no sabía, ni supuse nunca, es que un retrete puede ser un excelente asiento para jugar con la consola, pero mi desconocimiento ha pasado al olvido tras ver la imagen que os ofrezco. Es realmente sorprendente. Nunca pensé que una estancia dedicada a misiones tan específicas, pudiese habilitarse para, manejando un mando, participar en una carrera de coches ficticia, para matar monstruos, para participar en batallas sangrientas, y hasta para jugar al tenis o al fútbol. He encontrado la fotografía que acompaña mis reflexiones, donde lleva ya algún tiempo, en Imgur, el lugar de los notables descubrimientos.
Algunos justificarán su elección, la del jugador o jugadores, diciendo que son propensos al estreñimiento, y que la consola, conectada a un televisor antediluviano, les ayuda en su labor. Tienen que hacerlo con paciencia, con tiempo para consumar el acto de egestar. Otros dirán que es el único lugar en el que pueden jugar porque sus padres no le dejan hacerlo en el salón. Habrá también los que, rendidos a la evidencia, consideran que no tienen justificación, el vicio les embarga. No sólo utilizan el cuarto de baño, sino que también juegan en el dormitorio, en la cocina y hasta en el rellano de la escalera. Aprovechan todos los tiempos muertos para dar rienda suelta a su afición enfermiza.