Sólo hay que estar atentos, escuchar la información meteorológica, enterarse de si va a caer nieve, por si acaso… Así, con el oído avizor, sabremos el tiempo que va a venir, si va a llover o a nevar, o si el sol lucirá en el horizonte. Cuando se avecina una tormenta, los telediarios y los periódicos en Internet (y en papel) nos lo advierten. Si va a nevar, la información va acompañada de recomendaciones: no viajes si no es necesario. Si no puedes eludir un desplazamiento, no te olvides de llevar cadenas, lleva ropa adecuada, conduce con prudencia.
A pesar de todo, en cualquier momento puede nevar sin que nos enteremos. Hay personas que viven en la inopia, en ese estado muy particular, mas bien propio de los anacoretas extremos. Los inopios (me acabo de inventar la palabra) se aíslan del mundo que les rodea, sin ser ni siquiera capaces de fijar la atención en su mundo interior. Algunos críticos, excesivamente drásticos, califican a estos personajes de pasmones. El propietario del coche de la foto, no hay duda, pertenece a este grupo. ¿Cómo es posible que en pleno invierno, cuando el frío aprieta, deje abierta la ventana del techo?
¡A quitar la nieve!
Las consecuencias del despiste son imprevisibles, sobre todo si atendemos a su alcance. Todo va a depender del tiempo, como ocurre en la mayoría de las ocasiones, del tiempo que transcurrirá desde que la nieve comienza a fijarse en la carrocería del vehículo y a colarse por el agujero del techo, hasta que el propietario vuelva para reanudar el viaje. Si transcurre mucho tiempo y el frío cesa, seguro que una tromba de agua fluirá desde los asientos hasta el exterior, cual inesperado torrente, cuando alguien abra la puerta del coche. ¡Hay que vivir atentos!
Hemos conseguido las imágenes en Imgur.