Jorge, muy conocido por su afición a los coches teledirigidos, salió un día al amanecer desde su casa, en Lugo, camino de Santiago. Se detuvo varias veces para descansar, beber y comer un poco de pan con chorizo. Llegó a Santiago cuando el sol se ocultaba en el horizonte.
Se alojó en un hostal y al día siguiente visitó la catedral para rezarle al Apóstol. Dio varias vueltas por la ciudad, tomó unos vinillos en la Calle del Franco y aledaños. Comió en un chino, se tomó un café sentado en la terraza de una cafetería y volvió a dar un extenso paseo. Se fue temprano a la cama, ya que al día siguiente tendría que madrugar. Emprendió el regreso hacia Lugo, por el mismo camino. Volvió a salir otra vez al amanecer. Como en el viaje de ida se paró varias veces a descansar y a comer y beber algo. Acostumbrado ya al viaje, su velocidad media fue ligeramente superior a la de la ida.
Demuestra que hay un punto en el camino por el que pasó Jorge (Jorgito para los amigos) a la misma hora en los viajes de ida y de vuelta.