El día es propicio para ello, estamos en verano, y hace calor, mucho calor, más en el sur que en el norte de España, mi país. La mayoría de los que no estamos de vacaciones aprovechamos el fin de semana, y si es necesario otros días, para acercarnos a la costa o también, ¿por qué no?, a uno de esos parajes de ensueño, al lado de un río (o un lago), con mesas para degustar la comida, espacio para dejar que el sol nos acaricie la piel (yo tengo terminantemente prohibido tomar el sol) y, cuando la sed aprieta, refrescarnos mojando el gaznate con una o dos cervezas frías.
Estoy totalmente seguro de que los dos individuos de la fotografía pertenecen al grupo. No sé si están de vacaciones o de finde, pero de lo que no hay duda es de que están disfrutando a tope. Son imaginativos (al menos uno de ellos, si es que sólo hay un artífice del invento), de eso no hay duda. Su artilugio, bautizado con el apelativo de Picnic Launch (lo podéis leer en la parte inferior derecha de la mesa), persigue una doble misión: servir de soporte a la comida y a la bebida, y de momentáneo alojamiento a los dos chicos.
Si analizamos con detenimiento la mesa – barca, observamos que bajo el sólido tablero de la mesa se aloja un motor, el que arbitra el movimiento del tinglado y que, como vemos, maneja el individuo de barba blanca. ¿Os habéis fijado en la nevera portátil, de color rojo? Seguro que alberga el contenido sólido y líquido que, no sólo servirá de fuente de energía, sino que también contribuirá a alegrar la jornada. ¡Ah!, para que el sol no ataque de pleno, han montado una sombrilla protectora. ¿Te habías dado cuenta? Lo tienen todo previsto.
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