El interés de los estudios históricos acerca de la lucha entablada por el hombre contra la enfermedad, esto es, de la historia de la medicina, resulta incontrovertible por varias razones.
En primer lugar, por lo que aporta al conocimiento de las condiciones generales de vida de cada sociedad, su nivel económico, su evolución social, sus creencias e ideología, etc.
En segundo lugar, porque la medicina no es solo un conjunto de conocimientos técnicos y científicos de un momento determinado, sino su evolución a partir de los estadios más primitivos, así como la serie de acontecimientos, vicisitudes, investigaciones y descubrimientos que han dado como resultado nuestra situación sanitaria actual.
En tercer lugar, y lo que es casi más importante, porque todos estos conocimientos permiten avanzar a la ciencia médica, sin volver a caer en los errores anteriormente cometidos, pudiendo desarrollar una labor preventiva de la enfermedad basada, entre otras cosas, en los datos que han venido acumulándose a lo largo de siglos de ensayos, errores, especulaciones y experimentación racional y científica.
El hombre ha conseguido erradicar casi por completo una buena parte de las enfermedades epidémicas que antes asolaron poblaciones enteras (pestes, viruela, tifus, y en estos momentos COVID-19) y atajar al primer síntoma de reaparición en otras, como la poliomielitis, el cólera, la meningitis, etc.
Desgraciadamente, factores ajenos a la medicina (económicos, políticos) hacen que estos logros no alcancen por igual a todas las regiones del mundo. De cualquier forma, ello ha sido posible también gracias al conocimiento de las condiciones de vida que favorecían la aparición y extensión de dichas enfermedades y su consiguiente mejora.
A lo largo de los siglos, el médico ha pasado de ser mago y adivino (Prehistoria, Edad Antigua) a pronosticador (Renacimiento), esto es, el observador de los síntomas de la enfermedad que aplica remedios más o menos eficaces.
Luego se convierte en diagnosticador (Ilustración), cuando relaciona científicamente la lesión con la enfermedad, pasando a ser, con la Revolución Industrial del siglo XIX, un técnico en el diagnóstico, cada vez más especializado.
El pasado siglo XX nació bajo el signo de la terapéutica, de la curación, con la ayuda de nuevos y sorprendentes descubrimientos en todas las ramas de la ciencia susceptibles de colaborar con la medicina (química, biología, botánica, etc.., e incluso la cibernética), lo que exige que el médico sea un auténtico ingeniero que profundice en la bioquímica, en la intimidad de la célula, en la genética, un técnico que evite que se compliquen las enfermedades espontáneamente curables, que calcule el riesgo exacto del tratamiento adecuado a las peligrosas, que prevenga las secuelas de las dolencias crónicas, manteniendo en el mejor estado posible al enfermo, y que venza aquellas enfermedades, antes incurables, cuyo control y tratamiento hoy resulta factible.
Los siglos XX y XXI son de las máquinas, esas exactas colaboradoras del hombre que controlan nuestras constantes vitales, descubren alteraciones cardiacas, circulatorias, cerebrales…
El actual, como ocurrió a finales del pasado, es el siglo de la cirugía que devuelve la integridad perdida a nuestro cuerpo mediante los trasplantes y del empleo masivo de medicamentos, que si bien son maravillosos, pueden suponer un enorme peligro cuando están mal o excesivamente administrados.
Pero tal vez lo más importante sea el gran esfuerzo que se está realizando en el campo de la medicina preventiva, que, si bien no es exclusivo de nuestro siglo, es ahora cuando está alcanzando las cotas más elevadas, permitiendo planificar y optimizar el futuro de la salud, abriéndonos el camino no solo de una más larga vida, sino de una vejez activa y con salud hasta la muerte, porque, a pesar de todos los esfuerzos y los avances de la medicina, la muerte puede diferirse pero no evitarse.
Nuestra sociedad habrá demostrado alcanzar un grado superior de civilización cuando el derecho a la salud sea una realidad, un esfuerzo comunitario y solidario a nivel mundial, sin ningún tipo de discriminación.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – La Medicina en la historia Publicado en el año 1981
Autor: José María López Piñero