Vamos a referirnos a la desmitificación y posmodernidad. Decimos «mitologías de la modernidad» con similar gesto y sonido que hace un siglo se decía «mitologías de la antigüedad», sin demasiados problemas de conciencia académica, conscientes de que todo el mundo entiende el sentido último y popular de la expresión.
No conviene olvidar, sin embargo, la enorme complejidad metodológica que actualmente encierran los conceptos mito y modernidad, como ahora apuntaremos. Pero tampoco conviene olvidar que existe un amplio uso mundano de esos mismos términos que los exime de cualquier farragosa explicación, interpretación, precisión o discusión.
Partimos sin más preámbulos del significado que en el lenguaje corriente tiene el título de este artículo. Acaso no sepamos definir con rigor filosófico, sociológico, etnológico, historiográfico, semiótico o psicoanalítico qué cabe entender hoy por «mito moderno«, pero reconocemos de inmediato, a primera vista, los mitos que caracterizan nuestra modernidad, es decir, ese conjunto de palabras y cosas, imágenes y sonidos, relatos y actitudes, que amueblan las aceras de lo social, lo cotidiano, lo íntimo. De la misma forma que es posible que ignoremos la precisa definición de la idea de esfera, pero todos sabemos distinguir lo que es esférico.
Signos de la actualidad y … más
Seguramente hubiera sido más apropiado hablar de «signos de la actualidad», «ritos de hoy», «símbolos de lo contemporáneo», «fenomenología del presente». Es probable. A riesgo de irritar el fino espíritu metodológico de los académicos celadores de lo mundano, se llaman aquí directamente, sin peros ni melindres, «mitologías de la modernidad» a una serie de signos, ritos, símbolos, fenómenos, lenguajes, mensajes, manías, expresividades, rupturas, costumbres, tics… que puntean la larga sombra inquieta de la actualidad, lo contemporáneo, el presente, el hoy, nuestro tiempo, el aquí y ahora o como rayos prefiramos denominar lo que acontece delante de nuestros ojos. Es decir: al conjunto de hechos que provocan y configuran esos acontecimientos centrales o periféricos en los que nos hablamos y nos reconocemos sin más, como seres social o individualmente integrados en un paisaje en vías de transición industrial, o definitivamente posindustrial.
Mito y modernidad
Entrar en el círculo cerrado de las áridas disputas epistemológicas a costa de los conceptos «mito» y «modernidad» es asunto que nada tiene que ver con este parcial catálogo de gestos característicos del mundo actual.
La pasión desmedida por los problemas del método es procedimiento que sin duda enriquece grandemente la sabiduría metodológica. En cambio, no parece ser el método más apropiado para conocer lo que sucede en el mundo exterior a la metodología.
Esa es la razón por la que, en otro orden de cosas, Einstein solía advertir con malicia divertida que el científico siempre aparece ante los filósofos de la ciencia como un oportunista poco escrupuloso, bastante más preocupado por los hechos experimentales que por las especulaciones literarias que se derivan de sus propias investigaciones, lo cual causaba, y causa, un irreprimible gesto de fastidio en el gremio de esos teóricos preocupados por poner orden al caos, puertas al campo, reglas al error, método a la confusión.
La modernidad
Y ya tememos los primeros casos prácticos, los ejemplos iniciáticos y vengadores de esta excursión por los cerros mitológicos de la modernidad. Por un lado, no hay nada más mítico en estos momentos que esa extendida pretensión academizante de interpretar los signos, ritos o símbolos callejeros de acuerdo con una cerrada teoría académica con respuesta para todo, esa vana pretensión absolutista de encerrar en un sistema sin fisuras los mitos corrientes y las modernidades molientes excluyendo sin contemplaciones todo aquello que perturbe la coherencia del modelo escogido (ya se sabe: cuando la teoría no se adapta a los hechos, se cambian los hechos para que la pesada maquinaria de la industria teórica no haga crisis).
Esto nos lleva inevitablemente a la segunda paradoja. En un mundo que dicen saturado de mitos es mucho más abundante la actitud (y la literatura) desmitificadora que la descaradamente mítica. Y lo que es más curioso: en el afán por desintegrar la cultura mítica contemporánea reside una de las fuentes principales de las nuevas mitologías, esas que proceden del discurso de la progresía escarmentada. El mito de la desmitificación.
Otro tanto podría decirse de la idea altamente polémica de «modernidad». Por lo visto y leído hace algún tiempo, uno de los rasgos más característicos de la cultura surgida en los últimos veinte años del pasado siglo consiste en afirmar, con mirada que jubila cualquier duda, que vivimos la era de la liquidación de la modernidad. O para decirlo como ellos (Lyotard, Baudrillard, Attali, etc.) que lo moderno es la posmodernidad.
Genesíaco y liminal
Una cosa es cierta, sin embargo. Ahora como antes, en la antigüedad o en la posmodernidad, los mitos se refieren a los orígenes, pero son hijos de las transiciones. Los mitos que aquí se relatarán sin demasiado ánimo desmitificador -explícitamente, al menos- tienen de común con los del mundo antiguo ese carácter genesíaco y liminal.
Nos remiten al origen de todas las cosas actuales y lo hacen, principalmente, a través de los nuevos héroes, dioses y semidioses del mercado, que reinan en la audiencia como antaño reinaban en el Olimpo.
Nuestras mitologías también nos envían a los comienzos sagrados, los muy profanos inicios de la sociedad de consumo. Pero sobre todo, los mitos modernos son fenómenos liminales, al igual que los primigenios, que en definitiva narraban «cómo una situación pasó a ser otra, cómo se pobló el mundo despoblado, cómo se transformó el caos en cosmos, cómo los inmortales se hicieron mortales, cómo la unidad original de la humanidad se escindió en pluralidad de tribus o naciones, cómo seres andróginos se convirtieron en hombres y mujeres…» (Turner).
Las mitologías de la modernidad también son ritos de paso, suelen relatarse en un tiempo o en un lugar que está «entre una cosa y otra». Se explican por la transición de una fase industrial a otra. Pero además explican cómo las cosas han llegado a ser lo que actualmente son.
Periodo de transición
Que vivimos en un período de transición como pocas veces registró la biografía del hombre es algo que nadie parece discutir, aunque, como veremos, el destino de esa transición constituye el gran vivero de las modernas mitologías.
Sociedad posindustrial, era de la información, tercera ola, cambio de paradigma, nuevo hecho de civilización, tercera revolución industrial, revolución científico – tecnológica, posmodernidad…
Hay muchas maneras de llamar a un mismo fenómeno que se manifiesta diariamente con diversas máscaras y maquillajes por todos los espacios del discurso de la actualidad. Y como se sabe y es fama desde los principios de la humanidad, los períodos de transición son períodos de incertidumbre, de convulsiones, de crisis, de empobrecimiento estructural… Pero sobre todo, y por eso mismo, son períodos de gran riqueza mítica y simbólica.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Mitologías de la modernidad. Publicado en el año 1982
Autor: Juan Cueto