Un día, hace ya algún tiempo, algunos años, llegó, a la librería de mi cuñada Mª Pura, una señora rebosante de perfume y colorete. Era una cliente conocida, un poco excéntrica, llamada Úrsula. Se dirigió rauda hacia el mostrador y le preguntó a mi sobrino:
– ¿Tenéis libros de Agapito Lógicus?
– Si – contestó José.
– Pues ponme dos kilos.
José miró con cara de asombro a su madre, que estaba ojeando una revista. En la frente de Mª Pura se dibujó un signo de interrogación. Pero ni corta ni perezosa se acercó a la estantería en donde estaban los únicos tres títulos de Agapito que tenía en existencia (aunque había varios ejemplares de cada uno). Mandó a José a la trastienda a por una balanza. Pesó, consecutivamente, El ojo que no ve, El ciego visionario y Luz en la oscuridad.
Mi sobrino comprobó que El ojo que no ve pesaba el doble que El ciego visionario, y que Luz en la sombra, la mitad más que El ojo que no ve.
– Lo siento doña Úrsula, tendré que, de uno de los títulos, venderle dos ejemplares, ya que entre los tres libros no llegan a los dos kilos – dijo Mª Pura.
– Bueno, pues entonces, ponme sólo un kilo.
– De acuerdo.
José preparó un paquete y se lo dio a la extraña dama. Ésta, después de pagar, salió, por la misma puerta por la que había entrado, feliz y contenta. En las caras de Mª Pura y de José se dibujó una sonrisa de satisfacción, que se convirtió en carcajada cuando doña Úrsula dobló la esquina. Aunque recuerdo alguno de los comentarios, no es conveniente reproducirlos aquí.
He aquí el desafío, concentrado en las dos preguntas que tenéis a continuación:
- ¿Cuánto pesa cada uno de los libros?
- ¿Cuál o cuáles le vendió a doña Úrsula?
La solución está en la sección de Comentarios