Esta es la cuestión. Está claro que todo va a depender de cuantas veces nos lavemos los dientes cada día (sé que algunos pasan más de un día sin lavárselos). Pero no solo eso influye, hay otros puntos a tener en cuenta. Uno de los de mayor incidencia es la calidad del cepillo, está claro que no todos ofrecen la misma resistencia al uso prolongado. Otro de los factores a tener también en cuenta es la estructura dental del usuario, las irregularidades tienen mucho que ver en el desgaste. Pero también debemos considerar el rozamiento, la fuerza con la que cada uno lo desliza sobre dientes y muelas. No todos disponemos de encías resistentes y de dientes perfectamente anclados.
Entonces, ¿cuánto dura un cepillo de dientes?
Lo leí en más de una revista, libro o medio virtual, los dentistas (algunos, el mío no dice nada al respecto) recomiendan cambiar de cepillo de dientes cada 3 o 4 meses. Esto sí, teniendo en cuenta lo que argumenté en el párrafo anterior, la norma no es válida para todo el mundo, habrá que ajustarla a cada uno. Pero, en cualquier caso, surgirá un problema: ¿quién se acuerda del tiempo transcurrido, de que ya han pasado los 3 o 4 meses? (Hoy, gracias a la aplicación Calendario de nuestro teléfono móvil, podemos habilitar una notificación para que el dispositivo no avise en el momento que se produce la caducidad).
Dicen los expertos que lo mejor es comprarse un tubo de pasta dentífrica lo suficientemente grande como para que dure ese tiempo. Entonces, cuando se acabe el tubo, habrá que cambiar de cepillo. Eso sí, partiendo de la base de que el tubo solo es utilizado por una persona, la que usa el cepillo.
A pesar de las sugerencias anteriores, sigo pensando que el método más adecuado para cambiar de cepillo de dientes es el que se basa en el desgaste, que no hay que controlar el tiempo ni comprar tubos de pasta gigantescos, solo hay que vigilar el cepillo y, cuando veamos que está «pocho», comprar otro y punto. ¿No opinas lo mismo?
