El confinamiento está ahí, y seguirá estando sin aún saber hasta cuándo. La pandemia provocada por el coronavirus, por el COVID-19, es la que nos obliga a quedarnos en casa. El confinamiento es una medida obligatoria que todos, excepto los que trabajan en asuntos esenciales, debemos respetar.
El pasar tanto tiempo dentro de nuestro hogar puede traer consigo efectos negativos. Por naturaleza, los humanos somos seres sociales, necesitamos vivir y relacionarnos con otras personas. Si estamos acostumbrados a ello, al no hacerlo podemos sufrir consecuencias, en algunos casos, fatales.
Muchos investigadores y científicos llevan mucho tiempo observando y analizando las consecuencias que trae consigo la falta de relaciones con los demás. A parte de los diferentes males que afectan a la salud, también se puede dar un mayor riesgo a la hora de dejar esta vida, de fallecer. El comportamiento, fundamentado en el sistema nervioso, se ve fundamentalmente afectado.
Las consecuencias del aislamiento social desembocan en una gran cantidad de casos en la adquisición de enfermedades de tipo psicológico. Se pueden activar estados de ansiedad, de depresión y hasta de esquizofrenia. Ello no significa que el confinamiento que estamos sufriendo provoque estos males, pero existen riesgos.
¿A quién afecta más el aislamiento?
Está comprobado que los más afectados por el aislamiento son los niños, los adolescentes y los que están entrando en la juventud. Ellos no son capaces de quedarse en casa y ocupar el tiempo, inventar momentos que sustituyan a los que están acostumbrados a vivir en la calle, en el colegio y en el instituto.
Las causas de esta mayor incidencia del aislamiento en los menores se debe a que el cerebro se encuentra aún en fase de formación. Hay zonas en las que todavía se están constituyendo las conexiones neuronales, y ciertos circuitos se están depurando, para que en un mañana próximo lleven a cabo sus acciones.
Por causa de ello, por estar el cerebro en fase de formación, los impactos de cualquier tipo tienen más intensidad. El aislamiento social presenta una notable incidencia en este sentido. El cerebro no está preparado para sufrir un estado en el que no existen relaciones con amigos y conocidos.
Los cambios producidos por el aislamiento, como hemos visto en menores que en adultos, pueden originar problemas de tipo patológico. Así, entre otros problemas, se pueden intensificar la agresividad y el miedo.
Conclusión
Se ha comprobado que las relaciones sociales contribuyen a frenar el desarrollo de ciertas enfermedades, sobre todo las que afectan al corazón. La esperanza está en que después del confinamiento que estamos sufriendo podremos volver a nuestra vida normal y, como consecuencia de ello, eliminar los problemas cardíacos y cerebrales.
Estamos sufriendo un aislamiento transitorio, por lo que la vuelta a la normalidad será más fácil. Lo que sí debemos intentar, mientras dure, es intensificar las relaciones sociales a través de los medios que nos ofrece Internet. Si además tenemos menores en casa, también debemos implicarlos en estos sistemas de comunicación. La tecnología puede salvarnos a todos.