No es nuevo. Se sabe que el ejercicio físico diario es bueno para todos los que lo practican. Entre los bienes que produce se encuentra la prevención contra la depresión, un mal que afecta a muchas personas, sobre todo cuando llegan a una determinada edad, más próxima a la vejez que a la juventud. Según un estudio realizado por el Black Dog Institute, de Sidney, en Australia, y publicado por The American Journal of Psychiatry, se dedujo que el ejercicio regular durante el tiempo de ocio contribuye de manera positiva a evitar una futura depresión.
El estudio fijó sus objetivos en averiguar si el ejercicio proporciona protección contra la depresión y la ansiedad. En el caso de que los resultados sean positivos habrá que saber la intensidad y cantidad de ejercicio a realizar. Para conseguirlos se utilizaron cerca de 34 mil personas adultas que no presentaban síntomas de trastornos mentales típicos o que poseyesen unas condiciones físicas limitadas. El estudio tuvo una duración de 11 años. Se analizaron los resultados tras recoger medidas sobre la intensidad del ejercicio físico, la depresión, la ansiedad y otros factores.
Los resultados mostraron que no fue necesario un nivel alto de ejercicio para evitar la depresión. Se dedujo que si se realizase tan solo una hora semanal de ejercicio físico se evitarían un 12% de los posibles casos de depresión. Además de beneficios para la salud física y social, hay que considerar el efecto protector antidepresivo.
«Hace tiempo que sabemos que el ejercicio tiene un papel que desempeñar en el tratamiento de los síntomas de la depresión, pero esta es la primera vez que hemos podido cuantificar el potencial preventivo de la actividad física en términos de reducir los niveles futuros de depresión«, dijo el autor principal del estudio, el Profesor Asociado Samuel Harvey del Black Dog Institute y el UNSW, tal como nos cuentan en Medical Xpress.
El equipo de investigación también explicó las variables que podrían afectar a la asociación entre el ejercicio y la enfermedad mental común. Estos incluyen factores socioeconómicos y demográficos, uso de sustancias, índice de masa corporal, aparición de nuevas enfermedades físicas y, también, el apoyo social percibido por las personas afectadas.
Está claro que la vida sedentaria no es buena para nadie. A pesar de ello esta forma de desenvolvimiento del día a día es común en una gran cantidad de personas. La solución está en cambiar, en salir a andar, en no pasarse el día encerrado en el lugar de trabajo, cuando aún se está activo, y tumbado en el sillón cuando se llega a casa.