Ser un buen profesor requiere no sólo tener un aceptable nivel de conocimientos sino también mucha paciencia para transmitirlos. La consecución de los objetivos propuestos, frutos de una programación razonable, clara y precisa, supone la colaboración de los estudiantes, los destinatarios de las enseñanzas. Enseñantes y discípulos, docentes y discentes, se deben unir, aportando cada uno no sólo esfuerzo sino también ganas de aportar y de aprender.
Un profesor canino
Lo que no es habitual es que un perro actúe como profesor y que un bebé sea el receptor de las enseñanzas. «Tómate las cosas con calma», parece decir el perro. «Fíjate bien en las figuras que hay en el tapiz, sin precipitacines», añade. Se lo dice cariñosamente. «Ves, esto es una letra, y se llama A, y aquello que tienes en el recuadro azul es un 3», sigue explicando el perro. Y el niño atiende…
Lo más llamativo de la escena es la actitud, la postura adoptada por el perro y por el niño, el cariño con que el animal coloca su pata sobre la cintura del bebé. Como se dice hoy, hay feeling. Seguro que el niño no va a necesitar mucho tiempo para aprender el nombre de todo lo que se dibuja en el tapiz.
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