Algunos no pueden renunciar al teléfono móvil inteligente
Se desprende de una encuesta realizada en Holanda allá por el año 2007, que obviamente podemos extrapolar a todos los países europeos y también, por que no, a unos cuantos de otros continentes: existe una gran dependencia del móvil. Los ciudadanos, cada vez más, estamos atados a él. Ya forma parte de nuestro cuerpo. Es un órgano más. Para algunos tan importante como el corazón, el hígado o la niña de sus ojos. Sorprendente, ¿no crees?, pero es así, y nadie puede eludir la realidad.
Hay personas que son capaces de utilizarlo en el baño, el 33%. ¡Gracias a que no da calambres! Ya no es el primero que se cae por el retrete, llevado por las turbias aguas. ¡Qué asco! Y algunos lo recuperan… No vaya a ser que quede un WhatsApp sin respuesta inmediata.
¿Para qué queremos el teléfono fijo?
Lo más sorprendente es que ya supera, en muchos casos, al teléfono fijo. Más del cincuenta por ciento hace llamadas desde su casa. Sólo utilizan el fijo para llamar al móvil, cuando no saben en donde lo han dejado. Los hay que duermen con él, bueno al lado de su cama, en la mesilla de noche. Y ya no digamos cuando se disponen a comer, sólo dudan si ponerlo a la derecha o a la izquierda del plato.
No hay sexo sin móvil
¿Y lo del sexo, qué es lo del sexo? ¿Qué tiene que ver el móvil con el sexo? Pues que hay unos cuantos que, cuando están ocupados en el asunto, en el coito vamos, son capaces de contestar como si tal cosa a la llamada que reciben. Alterados o no, pulsan el botoncito y contestan ¿diga? ¡Alucinante! Ya me estoy imaginando a algún avispado empresario fabricando y poniendo a la venta el móvil sexual, con anticonceptivo incorporado. ¿Se imaginan lo que pensaría Ogino del nuevo invento?