Hace años, muchos años, muchísimos años, en un país que ya no se recuerda ni su nombre, vivió un Rey que fue conocido por su buen hacer y su justa manera de regir al pueblo.
Un mes antes de que su única hija cumpliese 12 años mandó llamar a 12 orfebres a los que encargó 1.200 monedas de 12 gramos cada una, explicándoles que las recogería a la mañana del cumpleaños de su hija, que las inspeccionaría y que elegiría solo las monedas de uno de ellos, al cual le pagaría con el 12% de las monedas que él hubiese hecho y que todas las demás, de los restantes artesanos, las mandaría fundir quedándose estos sin pago alguno por su trabajo.
No obstante el Rey entregaría inicialmente el oro necesario para la fabricación de las monedas, escribiendo 12 cartas en las cuales ordenaba al encargado de las minas reales entregar 14.400 gramos de oro a cada orfebre.
Lo que ocurrió
Unos días después, uno de los trabajadores de las minas pidió una audiencia real en la que explicó al monarca que había encontrado en la mochila del encargado dos bolsas con oro y que en una de ellas ponía «yo» y en la otra «el orfebre».
Enseguida el Rey, en su ira, mando matar al encargado y ascendió al puesto que quedó vacante al trabajador, olvidando interrogar primero al encargado para averiguar quién era el orfebre traidor. Sin embargo pesaron las bolsas y resultaron ser de 600 gramos cada una.
La mañana en que su bella hija cumplía 12 años, se presentaron los 12 orfebres con el trabajo ya hecho y fueron recibidos por el Rey que estaba acompañado por su consejero, por el sabio y por el bufón de la corte.
Las explicaciones del Rey y del bufón
El Rey explicó lo que había ocurrido y anunció la muerte del que fuera el ladrón, de manera que el sabio mandó traer una romana de su invención cuya precisión era asombrosa y, cuando el consejero se disponía a pesar una por una las bolsas de oro, el bufón gritó: «¡Propongo un juego de regalo de cumpleaños!«, y seguidamente expuso: «Si alguien es tan osado e imagina ser tan inteligente como para engañar a nuestro bien amado Rey, hemos de suponer que habrá actuado de manera muy hábil para ocultar la falta de oro. Si faltan 1.200 gramos, podría haber fabricado 100 monedas menos, pero sería esto demasiado llamativo, de manera que debemos pensar que habrá fabricado 1.200 monedas aunque de 11 gramos cada una, así pues, y aquí viene el divertimento, ¿cómo conseguiríamos averiguar quién es el estafador con UNA sola pesada?«.
Dejando así el bufón a todo el mundo atónito y pensativo, y unos minutos después la princesa preguntó: «¿Si averiguo la solución al enigma, puedo pedirte una cosa, papá?«. Y tras responder afirmativamente el Rey, la niña imploró a su padre que le perdonase la vida al malhechor, y dado que ésta resolvió el acertijo, el orfebre murió de viejo, aunque, eso sí, en galeras.
Puedes decirnos, ¿cuál fue la solución al enigma que planteó la hija del Rey?
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Solución
Los que no sean capaces de resolver el problema o quieran comprobar si su solución es válida, pueden leer lo que viene a continuación:
Colocó a los 12 orfebres en fila. Al primero le pidió 1 moneda, 2 al segundo y así hasta el último, al que le pidió 12 monedas. Si todo hubiese estado bien, el peso total debiera haber sido: 78 monedas x 12 gramos = 936 gramos. De manera que la diferencia en gramos respecto a 936 nos indicará el número del orfebre estafador.