Es algo que está ahí desde siempre. Me refiero al poder sin control. Los que lo poseen, en una gran cantidad de casos, solo piensan en lo que poseen , nunca en las consecuencias que pueden traer consigo las decisiones que toman.
Día a día, los medios de comunicación hacen llegar hasta nosotros, de la forma más insistente y con los matices más trágicos, mensajes como estos: «Los derechos humanos, violados»; «Salvaje atentado contra los derechos humanos»; «Una vez más, los derechos humanos son ultrajados».
Tras lo cual pueden seguir cualesquiera de las siguientes noticias: «La intolerancia religiosa provoca nuevas ejecuciones en el Próximo Oriente»; «Una gravísima acción terrorista ha costado la vida de ochenta personas, en su mayoría jóvenes y niños»; «Sublevación militar: cientos de ejecuciones y desaparecidos».
Noticias que anulan nuestra sensibilidad
Epidemias, hambres, analfabetismo, paro laboral, incendios intencionados, secuestro de aviones, explotación del trabajo infantil, ocupaciones territoriales son noticias que golpean una y otra vez nuestra sensibilidad hasta llegar a embotarla, a anularla.
Pero el confusionismo puede alcanzar su punto culminante cuando, al mismo tiempo que recibimos tan dramáticas noticias, se nos informa que la dictadura militar nacida de un golpe de Estado violento manifiesta que su objetivo es la defensa de los derechos humanos que anteriores gobiernos «habían olvidado».
Los terroristas convocan ruedas de prensa para comunicar que luchan por la legítima defensa de los derechos humanos de minorías raciales, culturales o religiosas. Las grandes empresas multinacionales, que poseen en parte la clave del paro y de la crisis económica, de inestabilidad política y de la degradación económica del llamado Tercer Mundo, dicen propiciar la libertad individual favoreciendo la libertad de mercado. La ocupación militar de territorios libres, la carrera de armamentos, las deportaciones de población o los confinamientos de disidentes políticos dicen realizarse en pro de la paz del mundo y de la fraternidad universal.
Sobre los derechos humanos
No existe en la actualidad un Estado ni un grupo de poder que no invoque a su favor los derechos humanos, no se vanaglorie de su cumplimieno. La Declaración Universal de Derechos Humanos es a la vez universalmente aceptada y universalmente incumplida.
¿Cómo explicarse tan tremenda contradicción? ¿Cómo se puede conjugar la exaltación de los derechos humanos con una realidad absolutamente inhumana?
Tratemos de ver claro en esta compleja situación. Partimos de dos hechos evidentes y contradictorios: el ejercicio de los derechos humanos corresponde al hombre, individual o colectivamente considerado, pero su garantía, defensa y puesta en práctica pertenece a los Estados y/o a los grupos políticos o económicos que disponen de forma efectiva de los resortes del poder.
El sentido del poder
Es una constante histórica que el poder se ejerce casi siempre en beneficio único y exclusivo de aquellos que lo monopolizan. Por tanto, los derechos humanos, teóricamente universales, son, en la práctica, manipulados arbitrariamente por los poderosos. Sólo donde y cuando el ciudadano participa efectivamente en el ejercicio del poder, el disfrute de los derechos humanos puede cobrar auténtica realidad.
Siendo unánimemente aceptado que la práctica de estos derechos proporciona a todos y cada uno de los seres humanos los medios adecuados para alcanzar la plenitud de su ser como verdaderos hombres —dignos, libres y responsables—, nos hallamos ante la dramática situación de millones de personas a las que se condena a vivir prácticamente en el plano de la estricta supervivencia, y se les cierra toda posibilidad de llegar a ser los seres humanos que realmente son.
Cuatro mil trescientos millones de seres humanos sobre la Tierra. ¿Cuántos disfrutando efectivamente de sus derechos, de los derechos humanos? ¿Cuántos con la esperanza de disfrutarlos plenamente y pronto?
La sociedad política
Lo ha dicho Georges Burdeau, uno de los padres de la democracia: «La fundación de la sociedad política por el acuerdo de los individuos tiene precisamente por objeto asegurar la armonía de los derechos, por la garantía que les proporciona la existencia de un poder social. La organización política está así justificada por la protección que ejerce. Fuera de esto sobrepasaría su razón de ser y cesaría al mismo tiempo de ser legítima«.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Derechos humanos. Publicado en el año 1981
Autora: Clara Barreiro Barreiro