Todos sabemos de la potencia económica que está adquiriendo China. Conocemos también, a los que nos gusta leer e investigar, aspectos de su cultura y algunas de sus tradiciones. Lo que ya conocemos tan detalladamente son muchas de las medidas restrictivas que impone el gobierno chino a sus ciudadanos. Acabamos de descubrir que ahora no se podrán emitir programas de televisión ni proyectar películas en las que se planteen viajes en el tiempo.
Existen organismos gubernamentales que se ocupan de controlar todo lo que los chinos ven en su televisor o en su ordenador. Desde ahora se ocuparán de que nadie pueda ir hacia tiempos pretéritos (y también futuros) con el fin de descubrir todo lo relacionado con el pasado (o el por-venir). Tienen miedo de que se distorsionen determinados hechos históricos. De esta forma cortan de raíz con algo que estaba alcanzado últimamente gran popularidad: la recreación de determinados hechos y acontecimientos históricos.
Los censores no quieren que se hagan interpretaciones particulares de hechos acaecidos en la antigüedad. A principios de mes hubo reuniones entre la Administración del Estado y los productores de cine, radio y televisión para explicarles, los primeros a los segundos, las normas que han de respetar. Como dicen los responsables del gobierno quieren evitar la formación de mitos, eludir todo lo que esté relacionado con monstruos y seres extraños, o impedir la superstición, entre otros muchos aspectos que pueden promover los viajes en el tiempo.
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