No recuerdo cuando me empezó a gustar el café. No sé cuantos años tenía cuando tome mi primer café con leche y tampoco cuando el chorro de líquido negro y aromático se depositó sobre una pequeña taza, tal vez blanca, para que pudiese degustarlo. Tengo que reconocer que tras esa primera vez vinieron otras muchas. Ahora tomo dos cada día, alguna vez tal vez tres. Cuando me levanto lleno un tazón con café y leche, lo bebo a pequeños sorbos acompañados por mordiscos a un trozo de bizcocho. Después de comer me tomo un pocillo de café solo. Y me sientan bien… el de la mañana y el de la tarde.
Después de descubrir las fotos que nos ofrecen en He was Born una duda se dibujó en mi cerebro, exactamente en la zona dedicada a las dudas: ¿qué sensaciones producirá la degustación del café contenido en una taza si lo tomamos sentados en una taza de café? No, no es un juego de palabras ni un proceso encuadrado en el específico campo de las elucubraciones, es simplemente una muestra de arte funcional. Te sientas sobre un objeto que copia al que tienes en tus manos y acercas delicadamente a los labios. La creatividad y el arte no tienen límites.
Arriba tienes una foto de esta nueva silla, pero si visitas el sitio que la sustenta, He was Born, puedes ver más. Date una vuelta.