Aunque parezca que no, la vejez y la muerte están relacionadas. Vamos a intentar analizar algunos de los motivos que confirman nuestra afirmación. Solo hay que leer con calma y tratar de asimilar lo que se cuenta.
Desde el preciso instante del nacimiento, el ser humano, y el resto de los seres vivos, inician el proceso del envejecimiento. Este proceso finaliza con la muerte. Pero no es el paso del tiempo el que la provoca. Las personas no mueren por «ser viejas» sino porque un determinado trastorno o una enfermedad específica es insuperable.
Es indiscutible que en la senectud hay muchas más posibilidades de que la enfermedad provoque el fin de una vida. Se produce por un descenso progresivo del vigor y de la resistencia a los ataques de diversos tipos.
La vida humana
La duración máxima de la vida humana no ha aumentado durante los últimos milenios. En los países avanzados sigue existiendo un tope que gira en torno a los noventa – cien años. Lo que si ha aumentado es la esperanza de vida, debido a los progresos de la Medicina y al incremento de calidad en el desenvolvimiento diario.
Un mayor control sobre las enfermedades infecciosas hace que las personas vivan cada vez más años. Si indagamos en el pasado, podemos comprobar que en el año 1900 en España un varón llegaba por término medio a los 33 años y una mujer a los 35. Nuestra esperanza de vida actual supera los 80 años.
¿Por qué envejecemos?
Son varias las causas del envejecimiento, existiendo varias teorías al respecto, que también inciden en la posibilidad de modificar su proceso biológico. Así la Gerontología Experimental nos ha aportado valiosos datos tras experimentar con animales.
Se puede hacer más lento el envejecimiento en los mamíferos modificando la ingestión de calorías dietéticas. Una alimentación deficiente en calorías pero adecuada en otros aspectos, o la administración de antioxidantes, ha producido en ratas y ratones una desaceleración en el envejecimiento. Estos resultados se pueden extrapolar a los humanos. También se utilizan hormonas para retrasar el proceso, sobre todo en las mujeres tras la menopausia.
Sobre la inmortalidad
Es evidente que las células normales no son inmortales, tienen límites a la hora de dividirse. El envejecimiento celular incide intensamente en el proceso de envejecimiento global. Algunos gerontólogos explican que puede haber un mensaje genético que produce los cambios que desembocan en el envejecimiento.
Según Zhores Medvedev, biólogo e historiador ruso, la información transmitida desde el ADN al ARN, a las enzimas y a otras moléculas proteicas, podría estar sujeta a varios errores con el paso del tiempo, lo que traería consigo la creación de moléculas defectuosas. La reparación de estos errores en las moléculas de ADN disminuye en las personas que tienen muchos años, reduciéndose al mínimo.
Otra teoría habla de la redundancia en el mensaje genético, ya que muchos de los genes de la molécula de ADN están repetidos en secuencias idénticas. Así si un gen resulta dañado será reemplazado por un gen idéntico, que está en la reserva. Con el paso del tiempo, todos los genes repetidos serán utilizados y los errores se acumulan, lo que trae consigo deficiencias fisiológicas que intensifican el envejecimiento.
Existe también una tercera hipótesis que habla de un tipo especial de genes, los genes del envejecimiento, que frenarían determinadas vías bioquímicas y programarían la intensificación del proceso de envejecer. Se trataría de la entrada en acción de los «programadores de la muerte». Solo algunas células, como las cancerígenas y reproductoras, se salvarían de este proceso.
Una última teoría, la teoría inmunológica del envejecimiento, explica que la producción de anticuerpos por el sistema inmunitario disminuye notablemente cuando estamos llegando a los últimos años de nuestra vida. Lo que está claro es que el envejecimiento no es un proceso al azar sino algo que está marcado por unos parámetros específicos, sea cual sea la teoría que lo explica.
Fuente: Temas Clave de Editorial Salvat.