Está claro que no todos tenemos el mismo amor a la vida. Hay personas que no asumen los riesgos que entrañan ciertas actitudes y formas de actuar a la hora de hacer un trabajo. Hoy me he dedicado a buscar por la red imágenes relacionadas con la seguridad en el trabajo, y he encontrado barbaridades para todos los gustos. Desde el individuo que está suspendido del vacío, cabeza hacia abajo y destornillador en las manos, en lo alto de un edificio mientras otro lo sostiene por los pies, hasta los niños de menos de cuatro años que se encuentran sentados sobre una plataforma que dice claramente «Peligro, alta tensión», con sus padres al lado, pasando por el pintor que se sube a cuatro botes de pintura para darle unos brochazos al alto techo de un pabellón.
Pero el premio se lo lleva el andamio de la fotografía. Nunca en mi vida había visto algo más rudimentario, tosco, inseguro e incómodo. ¿Cómo habrá cabezas tan huecas? Y aún tendrán la cara dura de, si sufren un accidente, reclamar al seguro. La vida es así, la inconsciencia marca el devenir de muchas personas. Bueno, no vamos a llorar por ello, nosotros no somos así. Tomemoslo con humor.
Yo voy corriendo a la oficina de patentes.