Hace más de 50 años el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg habló de una zona en las mujeres, situada en la parte frontal de la vagina a una altura entre dos y cinco centímetros, que sirve como punto de excitación sexual. En honor de Gräfenberg, se bautizó esa zona erógena como punto G.
¿Quiénes tienen razón, los investigadores italianos o los británicos?
Desde que el ginecólogo alemán habló de su existencia, han sido muchos los científicos que han intentado localizar el citado punto, confirmando o no su existencia. Hace poco más de cinco años un grupo de investigadores italianos dijeron que lo habían encontrado utilizando ultrasonidos. Un año después, un equipo de investigadores británicos, afirmaron que el punto G no existe, que es fruto de la imaginación de las mujeres. Se han basado, para llegar a esa conclusión, en estudios realizados a nivel genético. Utilizaron como conejillos de indias a 1.800 mujeres.
Los investigadores franceses dijeron que el punto G no es una invención
Cuando parecía que la discusión estaba ya zanjada, que el punto G era una invención de un médico alemán, un grupo de ginecólogos franceses afirmaron que el 60% de las mujeres sí que lo tienen. Cuestionaban los resultados de los investigadores británicos, afirmando que «el estudio del King’s College es una falta de respeto a lo que dicen las mujeres».
La variabilidad de la sexualidad femenina
El cirujano francés Pierre Foldes, especializado en la reconstrucción del clítoris, dijo que «las conclusiones (de los británicos) fueron completamente erróneas porque se basan únicamente en observaciones genéticas. Es evidente que en la sexualidad femenina hay una variabilidad». Teoría reforzada por las palabras de la ginecóloga francesa Odile Buisson: «Creo que el carácter anglosajón, liberal, protestante, significa que son muy pragmáticos. Tiene que haber una causa para todo, un gen para todo. Es totalitario».
¿Existe o no el punto G?
De todo lo anterior surge la pregunta que sirve de título a este artículo, ¿existe o no existe el punto G? Las mujeres son las que tienen la respuesta. El artículo que da pie a éste fue escrito en febrero del año 2010, y hasta hoy nadie ha reafirmado la teoría de los científicos franceses.
Visto en BBC Mundo