Hace algunos años la única forma de realizar pagos era utilizando el dinero contante y sonante, billetes y monedas. Esto era lo que ocurría en las tiendas de comestibles, en los restaurantes, en los supermercados, es decir, en todos los locales que se ocupaban, y se ocupan, de proporcionar a los usuarios todo tipo de productos y servicios. Sólo, en casos muy específicos, un banco o caja de ahorros generaba un crédito para comprar un coche, un piso, o cualquier objeto de alto coste. También era posible hacer algún que otro viaje pagándolo a plazos.
La primera tarjeta de crédito surgió tras comprobar, un tal Frank X. McNamara, después de ir a cenar a un restaurante, que no disponía de dinero suficiente para pagar lo que había consumido. Como consecuencia de ello se inventó un club de nombre Dinners Club, una entidad que se ocupó de agrupar a todos los que iban a cenar, y que, como consecuencia de ello, utilizar la tarjeta de crédito que habían recibido. Algunos dicen que la tarjeta de crédito como tal surgió como forma de pago en gasolineras y grandes almacenes, aunque su éxito fue relativo, ya que sólo se podían utilizar en lugares específicos, pertenecientes a una determinada marca o empresa.
La primera tarjeta de crédito
La primera tarjeta de crédito, tal como la conocemos hoy, con ámbito universal, surgió en el año 1958. Y no fue una, fueron dos, la Mastercard y la Visa, las dos más utilizadas hoy. Pero hay muchas más, cada una con sus características especiales. Si quieres conocerlas todas o casi todas, puedes comparar entre varias tarjetas de crédito, y extraer tus conclusiones. Descubrirás características y prestaciones. Podrás analizar las ventajas y condiciones de cada una.
La tarjeta de crédito sustituye al dinero en efectivo
Está claro que hoy no podríamos vivir sin una o varias tarjetas de crédito. Todos, o casi todos, llevamos alguna en nuestra cartera. Con ella podemos realizar pagos imprevistos o hacer compras y pagarlas a plazos. Hasta las podemos utilizar para disponer de dinero en efectivo en un momento determinado, con la posibilidad de reponerlo a final de mes o en cómodas cuotas. Está claro que nunca podremos superar el límite establecido.