Circular por nuestras carreteras, autovías y autopistas cada vez entraña más riesgos. A pesar de que circulemos tranquilos, respetando los límites de velocidad y todas las señales y advertencias, nos podemos topar con irresponsables que se pasan por el forro todas las normas. En este grupo se encuentran los kamikazes al volante, que se juegan su vida y la de todos los que se cruzan con ellos.
Ayer fue detenido en Rábade un individuo de 51 años que iba circulando por la autovía A-6, a la altura de Guitiriz, en la provincia de Lugo, a la velocidad de 236 kilómetros por hora en su flamante Audi RS-6 de 500 caballos de potencia. Cuando la guardia civil le dio el alto en la salida de la autovía, después de recibir las fotografías del radar, el asesino en potencia mostró una tasa de 0,50 miligramos de alcohol por litro de aire expirado, el doble del máximo permitido. Alegó como justificación «que tenía prisa».
Le he llamado kamikaze o asesino en potencia porque su postura es propia de estas especies. A la velocidad a la que circulaba, sus facultades, necesarias para una conducción controlada, estaban enormemente mermadas. En estas condiciones, a esta velocidad, se pierden las referencias y la capacidad para medir las distancias. Se producen sensaciones de ahogo y de efecto túnel. Para parar el automóvil sin salirse de la vía se necesitan 400 metros. En el caso de colisión contra cualquier objeto (puede ser tu coche o el mío) el impacto sería semejante al de un cuerpo de gran peso (el del vehículo) que cae desde 200 metros de altura. Las consecuencias, como vemos, entran dentro del terreno del asesinato con premeditación y alevosía. Y, para más inri, el conductor irresponsable va cargadito de alcohol.
Lo malo del asunto es que el caso, tal vez sin llegar a los límites de éste pero rozándolo en muchas ocasiones (hay unos cuantos no registrados), se repite más veces de lo deseable. En el mes de junio de 2008, por citar otro ocurrido en una autopista gallega, la AP-9, un Porsche 911 Carrera circulaba a 249 kilómetros por hora. ¿Qué hay que hacer con estos «conductores»? ¿Se les debe permitir seguir actuando como kamikazes?