He comido en muchos restaurantes a lo largo de mi vida, he asistido a bodas y bautizos, y creí que lo había visto todo observando las extraordinarias capacidades de algunos de los camareros que nos sirvieron, a mi y a mis acompañantes. Quedé sorprendido, hace ya algunos años, al comprobar como el propietario de un restaurante llevaba desde el bar anejo las copas al comedor. No recuerdo cuantas eran, pero, sinceramente, Pedro (así se llamaba) batía todos los records. Las fue colocando en sus dos manos, cogidas por el pie, mirando hacia bajo.
Lo que nunca me imaginé es que alguien fuese capaz de hacer el más difícil todavía, tal como podemos ver en el vídeo. Ahora no son copas vacías, son vasos colocados sobre su plato. ¿Has visto cuántos? Primero los coloca, todos menos tres, sobre una bandeja, en posiciones que parecen contradecir las leyes del equilibrio. Pero no se conforma con eso, no quiere llegar a la mesa (o mesas) y ponerse a servir el té, ya lo lleva servido. ¡Memorable! Sólo falta añadirles una raja de limón y unos cubitos de hielo a cada uno.