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La lógica historia del hombre consumidor

El ser humano siempre ha sido un consumidor. Existen, eso sí, épocas históricas en que se limitaba a consumir sólo aquello que le era necesario para subsistir, pero los tiempos han cambiado. Con la revolución industrial ha habido un cambio notable.

La lógica historia del hombre consumidor

Fue lógica la transición de una economía basada en la producción a otra edificada sobre el consumo. Pero poco o nada tiene de natural esta desmesurada actitud consumista del ciudadano que empieza a manifestarse claramente a mediados del pasado siglo en los países desarrollados capitalistas, y que en la actualidad también afecta con todas las de la ley —ley del máximo consumo para garantizar la producción— a algunos países socialistas.

El hombre como consumidor

Bien es cierto que el hombre siempre ha sido un ser consumidor —en el sentido amplio de la palabra— tanto en el Paleolítico como en las sociedades agrarias, y, naturalmente, durante la primera revolución industrial.

Pero, en rigor, no es posible hablar de comportamientos consumistas en aquellos períodos en los que los individuos se limitaban únicamente a asegurar la subsistencia: primero, recogiendo frutos silvestres, pescando y cazando; después, cultivando la tierra y domesticando animales. Ni tan siquiera puede decirse que existieran actitudes consumistas cuando el industrialismo irrumpió avasalladoramente en la historia y configuró una nueva y revolucionaria manera de entender las relaciones del hombre con la Naturaleza, y, a la vez, con sus semejantes.

La industria como cambio

Hasta la llegada de la civilización industrial, como es bien sabido, no existía diferenciación entre la producción y el consumo. La mayor parte de los alimentos, bienes y servicios de las sociedades agrarias eran consumidos por los propios productores, sus familias y, en todo caso, por las minorías privilegiadas.

Se vivía entonces en un sistema de casi total autosuficiencia, y la producción apenas entraba en el mercado. Como Fernand Braudel señala, en el siglo XVI toda la región mediterránea —es decir, el mundo civilizado— mantenía una población de alrededor de setenta millones de personas, el 90% de las cuales vivía de los productos de la tierra, destinando una escasa cantidad de productos para el comercio: «El 60% o quizás el 70% de la producción total del Mediterráneo nunca entró en la economía de mercado».

Sobre la industrialización

Invirtió la industrialización estos presupuestos, separando la producción del consumo y destinando al mercado la mayor parte de los alimentos, bienes y servicios; liquidando drásticamente el principio de autosuficiencia. Pero el error común consiste en estimar a la civilización industrial como un período histórico único, como un bloque.

En una primera etapa —etapa de siglos, si situamos el principio de esta nueva civilización en el último tercio del siglo XVIII, como parece correcto históricamente—, las consecuencias de la revolución industrial apenas tuvieron repercusiones sociales o individuales en el universo del consumo porque la inmensa mayoría de las gentes permanencia vinculada a una economía de subsistencia; excepto que ahora compraban para vivir lo que otros producían, en lugar de vivir de su propia producción.

Durante esta primera fase de la industrialización, el consumo propiamente dicho —la satisfacción de las necesidades secundarias— se limita a la elite, y, en todo caso, estaba en función de las disponibilidades salariales del ahorro o de la herencia.

Solo en un segundo momento —que puede situarse convencionalmente después de la depresión de los años treinta del siglo XX—, cuando los objetivos de los centros industriales se trasladan del campo de la producción al terreno del consumo, puede hablarse con toda exactitud de sociedad de consumo de masas.

Conclusión

Desde el momento en que el ciudadano está socialmente obligado a consumir para que la producción no se detenga y el horizonte del planeamiento económico del consumidor individual es toda su vida —y no una etapa de la misma—, se ha aceptado como hecho incontrovertido en todas las sociedades industriales que «el crecimiento y expansión de la economía dependen de la inversión en consumo tanto como de la inversión en empresas» (Katona). Lo que significa, sencillamente, que el objetivo primordial del sistema reside en la fabricación en serie de nuevas necesidades, o, lo que es lo mismo, en la creación y mantenimiento de consumidores.

Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – La sociedad de consumo de masas. Publicado en el año 1981
Autor: Juan Cueto

Fabriciano González

Amante de la informática y de Internet entre otras muchas pasiones. Leo, descifro, interpreto, combino y escribo. Lo hago para seguir viviendo y disfrutando. Trato de dominar el tiempo para que no me esclavice.

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