El propio mecanismo del aprendizaje, así como la consolidación del mismo, requieren inevitablemente la existencia de la memoria. Sin embargo, al igual que sucedía con el propio aprendizaje, la memoria sigue siendo uno de los secretos todavía no desvelados del cerebro.
Los científicos están prácticamente de acuerdo en que ha de proceder de una transformación cerebral de los impulsos eléctricos, recibidos a través de las vías nerviosas, en ciertos almacenamientos de sustancias químicas utilizables en un plazo mas o menos largo. Pero el cómo y el dónde se realiza esta transformación sigue siendo un misterio.
En los últimos años las investigaciones van encaminadas a relacionar la memoria con las largas cadenas moleculares de los ácidos nucleicos: se ha podido averiguar que algunos de ellos, como el ácido desoxirribonucleico (ADN), son capaces de almacenar en su estructura la información genética que se transmite de padres a hijos, de forma similar a como se podría ordenar la información general en la memoria.
Archivo químico como almacén de la memoria
La existencia de un archivo químico como almacén de la memoria parece, sin embargo, suficientemente confirmada gracias a los experimentos con poblaciones de ratones. (Experimentos efectuados en los años 70 del pasado siglo)
Come se sabe, los ratones son animales fotófobos: padecen horror a la luz y. por lo tanto, se encuentran mas cómodos en lugares oscuros.
En las experiencias fueron utilizadas dos jaulas, una oscura y otra iluminada, comunicadas entre si. En principio, y como era de esperar, los ratones tendían de forma espontánea a refugiarse en la jaula oscura, aunque cuando entraban en ella eran sometidos a descargas eléctricas.
Durante un tiempo insistieron en refugiarse en la cámara oscura. hasta que, tras reiteradas descargas, se pudo comprobar que todos los ratones acudían a la jaula iluminada al abrirse la puerta de separación de ambas jaulas.
Repitiendo este experimento distintas veces, se llegó a contar con un numeroso grupo de ratones que, en contra de su instinto natural, preferían la luz a la oscuridad gracias a un comportamiento aprendido y retenido en su memoria.
Terminada esta fase del experimento, los ratones fueron sacrificados y se les extrajo un extracto de su cerebro para su inyección a una nueva familia de ratones sometidos al experimento.
Estos ratones, proclives también de forma natural a refugiarse en las zonas oscuras, cambiaron repentinamente su inclinación tras la inyección del extracto, y, sin recibir descarga eléctrica alguna, prefirieron espontáneamente las jaulas iluminadas a las que se encontraban en penumbra.
Los resultados fueron interpretados suponiendo que el aprendizaje condicionado de los primeros ratones había creado en su cerebro algún tipo de sustancia química que, al ser inyectada a la segunda familia de ratones, había sido capaz de transmitirles una memoria acumulada.
La conclusión produjo un gran impacto no solo en el mundo científico, sino también en los medios de comunicación, que llegaron a especular con la posibilidad de encontrar sustancias que, inyectadas o tomadas en pastillas, pudieran servir para aprender las disciplinas mas complejas.
Conclusión
Sin embargo, todo esto no deja de ser una simple hipótesis. Ni los investigadores que realizaron el experimento fueron capaces de aislar la sustancia que se debió formar en el cerebro de los ratones, ni experimentos posteriores referidos a otros tipos de aprendizajes concluyeron con éxito.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – El cerebro. Publicado en el año 1981
Autor: Juan Masana Ronquillo.