Ya sé que estás pensando en lo que un país, entendamos España, paga de más (sobreprecio), con respecto a otros países, con el fin de financiarse en lo que hoy conocemos como mercados (los amos de la economía actual, los que controlan las compras y las ventas).
Ya sé que estás temblando porque ves que la prima de riesgo de nuestro país está rondando, en estos momentos, los topes del límite, motivado por el pago de unos intereses que rondan lo imposible en el mantenimiento de la deuda. La prima de riesgo vive con nosotros, forma parte de nuestras vidas, oímos hablar de ella aquí y allá, en el bar, en la calle, en la televisión, en los periódicos…
Salimos a la calle y la vemos pasar rauda y veloz, exhausta, con las gotas de sudor perlando su frente. Sube y baja, más lo primero que lo segundo, pero siempre queda arriba, en la cima. En su nombre compuesto lleva una palabra que asusta, el riesgo es nocivo, sube la adrenalina, nos hipertensiona. Pero el riesgo tiene más de una prima (o sobrina, o pariente próxima). Una prueba de ello la tenemos en la imagen que tenéis más arriba. Los autores del engendro no conocen el riesgo ni su prima, de eso estoy seguro. Opino, a pesar de todo, que el peligro que generan los individuos que han hecho tamaño montaje automovilístico es menor que el que para todos nosotros provoca la prima de riesgo.
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