Cuando nos conectamos a Internet, navegamos por la Web, enviamos y recibimos mensajes de correo electrónico, compartimos en la redes sociales, o utilizamos aplicaciones de mensajería en nuestros dispositivos móviles, entre otras acciones, nos exponemos a varios riesgos, todos ellos en función de nuestro comportamiento. Ya sabemos que Google y Facebook saben lo que hacemos y, en función de ello, nos ofrecen lo que consideran que nos gusta basándose en nuestras pautas de utilización del buscador o de la red social. Pero hay más, ayer martes, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley, aprobada ya en el senado, que permite vender a los proveedores de Internet los datos de navegación de sus clientes, que son muchos y, en algunos casos, de gran complejidad.
Por solo 10 votos de diferencia, 215 del partido republicano frente a los 205 del partido demócrata, se aprobó esta ley que trata de anular la que se había aprobado durante el gobierno de Barack Obama. Sin que los usuarios tengan que aceptarlo, los proveedores de Internet, como hemos indicado en el párrafo anterior, podrán vender (venderán) a las empresas que los soliciten, los datos de navegación de los usuarios. Solo, si un usuario presenta una demanda personal en contra de la venta, sus datos podrán ser silenciados. De esta forma se conocerán (ya se conocían) las páginas web que cada uno visita, los comentarios salidos de tono que publica en las redes sociales (aunque los haga privadamente), las compras que hace, y todo lo que se tercie.
Se habla que la solución ante tan intenso y profundo ataque a la privacidad está en el empleo de un VPN, pero ello supone un incremento de gasto en las conexiones ya que las ofertas gratuitas son de corto alcance, solo válidas para acciones eventuales. Lo peor, lo que muchos tememos, es que otros países copien a Estados Unidos y tengamos que sufrir las consecuencias de la perdida de libertad, cifrada en la ausencia de la privacidad de todos los ciudadanos.