Así es la vida. Cuando el alcohol ataca no hay nada que hacer. Se pierde el control, la compostura, el sentido… Se hacen cosas que nunca se harían en estado sobrio. La noche es larga, muy larga, sobre todo cuando no hay nada que hacer (por ejemplo, dormir) y el tiempo transcurre lentamente. Se empieza con un cuba libre, con más coca cola que ron, se continúa con un gin tonic, en el que la ginebra llega hasta la mitad del vaso de tubo, y… Se pierde la cuenta, se bebe de todo.
Se acerca al camping con la mochila a la espalda (no sé si la ha llevado ahí toda la noche). Son las cinco de la mañana. Hay que montar la tienda. Es muy fácil, lo ha hecho una y mil veces, pero… ahora la tienda de campaña está borracha. Se deja caer sobre el suelo, sin tiento. ¿Qué puede hacer el muchacho al que ya se le están cerrando los ojos? Ya lo veis. La culpa, no hay ni la más mínima duda, es de la tienda. ¡Qué torpe es!
La imagen, como otras muchas de similares características, la he obtenido en Daily Picks and Flicks.