La verdad es que no sé si existe algún gen o grupo de genes que se encarguen de registrar la información necesaria para transmitir de padres a hijos la capacidad o capacidades para el ritmo, para moverse acompasadamente cuando una determinada composición musical impregna el ambiente. Lo que nadie puede discutir es que hay personas que nacen con unas capacidades que otras no poseen, capacidades que pueden desarrollar con una educación y proceso de aprendizaje adecuado.
Los dos bebés del vídeo nos sorprenden con sus movimientos marcados por la música que su padre extrae de una guitarra. A pesar de su corto periodo de vida, se vislumbra que lo que están escuchando les gusta. No nos confundiremos si afirmamos que les llena de satisfacción. Llevan el ritmo en la sangre, o en los genes.
Pero el vídeo, a pesar de su corta duración, nos descubre algo más: la espontaneidad, la franqueza y la ternura. Cuando el primer sonido fluye, se inicia el movimiento. Hay complicidad entre los dos. La satisfacción se muestra en sus caras. Están felices. Así son los niños y así es la música.