A todos nos afecta, a los que nos dedicamos a esta bendita profesión y a los demás, a los padres y no padres, porque alguna vez también fueron alumnos. Nos quejamos, y podemos demostrar, de que se nos valora muy poco, cada vez menos. Eso sí, las exigencias hacia nuestra persona crecen en intensidad. No se nos perdona nada, algunos creen que no somos humanos.
Lo que viene a continuación me llegó al correo electrónico hace más de trece años. Venía en un mensaje de correo electrónico como archivo adjunto, en un documento de Word. Sé que lo escribió un tal Domingo, los apellidos los dejo ocultos. O al menos ese es el nombre que figura en los datos que acompañan (ocultos) al archivo. Estoy totalmente de acuerdo con lo que escribe, y le pido disculpas, aunque ya hayan transcurrido tantos años, por atreverme a publicarlo.
Ser maestro
Detectar caries, problemas de oído, pies planos, personalidad, carencias afectivas… y cuando llegas a tu casa con intrusillos en la cabeza… ¡¡piojos!!
Hacer de papá y mamá con niños carentes de afecto, y no tener derecho a que eso te afecte. Llevar a curar a Enrique y dejar al resto de la clase sin atender. Hacer mil y una reuniones para aclarar a padres, madres y alumnos que la administración no enviará un sustituto.
Ir de colonias o de viaje de estudios, trabajar 24 horas al día por la cara, ser responsable de todo lo que pasa y, además, pagar el canguro para tus hijos. Dar clase a diferentes niveles, tener 200 alumnos, conocerles a todos (por nombres y apellidos), motivarles y orientarles. Hacer, restaurar, plastificar… el material de clase. Documentarte, programar clases, preparar el material, ver las novedades editoriales, hacer entrevistas a las familias, y, por la noche, corregir exámenes y ejercicios. Coordinarte con los ciclos, niveles y departamentos. Quererse reciclar en horario lectivo, y tener que hacerlo en tu horario libre y pagando.
Estar de interino trabajando 15 días en Educación Infantil en Fuenteovejuna, 1 mes en Osasuna, 3 meses en el aula de Educación Especial de Villacarrillo y el resto del tiempo dando inglés en Motril. Saber informática, psicología, dibujo, mantenimiento de edificios, mecanografía, levantar actas, libros de escolaridad, limpiar la multicopista, arreglar la fotocopiadora, desatascar el wáter, rellenar los papeles de la adscripción…
A esto hay que añadir el tener que hacer de psicólogo con los padres/madres, escuchando sus problemas de pareja, divorcios, cuernos, maltratos, alcoholismo… Sin tener uno mismo derecho a tener problemas pues como todo el mundo sabe, el profesor siempre es feliz, los problemas los tienen los demás. Además, normalmente, los profesores no deben esperar un agradecimiento o un reconocimiento por toda la labor hecha, hacer de padre-madre-psicólogo-cuidador-enfermero-educador… no merece un ‘gracias’ por todo ya que para eso nos pagan y sobre todo, para eso tenemos vacaciones… ¡¡muchas vacaciones!!
Tampoco hay que olvidar las amenazas de padres, los insultos e incluso agresiones… bueno, no solo de padres, también de algunos niños, eso sí, sin tener ningún derecho a defenderse. Y Dios nos libre de hacerlo…
Y aún así, ¡amamos nuestra profesión!
¡¡Hay que joderse!! (con perdón)