En la lareira el aire estaba enrarecido, cargado de humo y de respiraciones entrecortadas. El tenue brillo de una bombilla y el crepitar de las llamas iluminaban pobremente la estancia.
Todos escuchábamos atentamente a don Atilano. Había sido maestro de escuela y, a pesar de sus ya ochenta años, tenía un especial encanto cuando contaba sus historias. Relatos que, con un marcado matiz didáctico, reflejaban el cotidiano hacer de su dilatada vida profesional.
La historia de don Atilano
En uno de mis múltiples viajes, llegué a una isla de la costa oriental africana. Mas que el lugar en si, me llamó poderosamente la atención la singularidad de sus habitantes.
Había tres grandes grupos, en principio indistinguibles, pero que tenían, cada uno, una marca especial: los bororo, que habían llegado de Senegal, y presentaban la particularidad de decir siempre la verdad; los bosquimanos, llegados de varios lugares de África, y que mentían siempre; y los licántropos, mezcla de los dos grupos anteriores que, caprichos del destino (o de la genética), devoraban a los hombres, sobre todo en las noches de luna llena y que, además, a veces decían la verdad y otras mentían.
La luna lucía en el cielo oscuro como un círculo plateado. Me encontré con dos habitantes. Yo sabía que uno de ellos, y solo uno, era licántropo. Ante una de mis preguntas, me respondieron así:
— El más alto: El licántropo es bororo.
— El otro: El licántropo es bosquimano.
¿Sabéis con quién continúe mi viaje?
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Solución
Los que no sean capaces de resolver el problema o quieran comprobar si su solución es válida, pueden leer lo que viene a continuación:
Uno de los mayores riesgos que se corre si no eres capaz de resolver el problema es que viajes con el licántropo. Si lo haces, tienes muchas posibilidades de ser devorado y, si he de ser sincero, eso es muy duro. Don Atilano, que evidentemente poseía grandes capacidades de razonamiento, fue capaz, tras apoyarse en la lógica, de encontrar la solución acertada.
He aquí el razonamiento
Supongamos que el segundo (el otro) es bororo. Como dice siempre la verdad, su enunciado es cierto y, por consiguiente, el licántropo es bosquimano.
Supongamos ahora que el segundo (el otro) es bosquimano. Entonces su enunciado tiene que ser falso, lo que significa que el licántropo ha de ser un bororo.
De todo lo anterior se deduce que el compañero de viaje de don Atilano fue el más bajo, es decir, el otro.