Una gran cantidad de máquinas actuales soportan lo que se conoce como Inteligencia Artificial (IA). Tienen la capacidad de imitar las capacidades cognitivas que poseemos los seres humanos basándose en el aprendizaje que le proporciona su continua actividad. Así son capaces de percibir, razonar, aprender y resolver problemas.
Hace ya algún tiempo escribí un artículo, Sherpa Assistant, el asistente virtual que aprende de ti, en el que hablo de una aplicación diseñada para dispositivos móviles que tiene como fin el resolver todo tipo de dudas, las que le plantean los usuarios de la misma.
Lo bueno y la malo de la IA
Es evidente que la Inteligencia Artificial tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El que los robots autónomos nos ayuden en el desenvolvimiento de nuestras labores es positivo, pero lo que nunca será bueno es que lleguen a sustituirnos. Está claro que no podemos desdeñar el Aprendizaje Automático en el ámbito de la Inteligencia Artificial.
El dinero está en la base de la IA. La construcción de coches que no necesitan conductor, de máquinas que se ocupan de llevar a buen fin las labores del hogar, de aparatos que se ocupan de ayudar en la realización de operaciones médicas, o de dispositivos que nos ofrecen lo que necesitamos en cada momento, puede ser bueno, pero no se puede dejar sin control.
Los fabricantes de estos aparatos lo único que pretenden es conseguir grandes beneficios. Nadie puede desdeñar sus labores, que también contribuyen en muchos casos a la consecución de bienes.
La Inteligencia Artificial nació hace más de 70 años, cuando Alang Turing construyó la primera máquina basada en el sistema de aprendizaje automático. Ahora, si intentásemos enumerar todas las máquinas encuadradas en el grupo, necesitaríamos mucho tiempo y espacio. Y, lo peor, no todas consiguen lo que pretenden.
Una máquina nunca puede pensar como una persona. Funcionan amparándose en lo que el diseñador les ha prestado. Por ello, queramos o no, todo depende de esa persona, de la que la ha construido y elaborado el programa o programas necesarios para su funcionamiento.
Hace más de dos años el Papa Francisco ha advertido de los males de la robótica en general y de la Inteligencia Artificial en particular. Ha dicho al respecto: «La robótica puede poner fin a trabajos agotadores, peligrosos y repetitivos que con frecuencia causan sufrimiento, aburrimiento y embrutecimiento. No obstante, se puede convertir en un instrumento que busca la mera eficiencia, utilizada únicamente para aumentar los beneficios y rendimientos, privando a miles de personas de su trabajo y poniendo en riesgo su dignidad«.
El Papa considera que la divulgación de datos falsos en el campo de la IA podría hacer que los debates públicos se envenenasen, se manipulase la opinión de millones de personas, lo que traería consigo la ruptura de la convivencia pacífica al ponerse en peligro las instituciones.
Conclusión
Está claro que el progreso tecnológico no puede atentar contra el bien común. No se puede dejar que la Inteligencia Artificial invada nuestras vidas, dejándonos sin recursos. Debemos aprovecharnos de su ayuda pero nunca podemos permitir que nos someta.