He de confesarlo, a mi nunca me pasaría lo que le ocurrió a la mujer americana, que dicho sea de paso, es mi opinión, tiene la mayor parte de culpa en la adquisición de la enfermedad que la pudo matar o la mató, no lo sabemos en estos momentos. Todos, o casi todos, sabemos que muchos, demasiados, de los productos que se venden con fines alimenticios son nocivos para la salud, sobre todo cunado se abusa de ellos. Pero la inconsciencia vence a la sensatez, y las consecuencias de ello son irreparables en la mayoría de los casos.
El abusar es malo en todos los órdenes. El tomar un vaso de un vino Rioja de crianza (mejor de reserva), o tal vez dos, es excelente para acompañar una comida o para tomar con unas tapitas cuando se acerca la noche. (Por la mañana, antes de comer, es preferible acompañar las tapas con un fresco y aromático albariño). Lo mismo podríamos decir de otros alimentos (el vino lo es). Nunca debemos tomar más de lo recomendable y necesario (cada uno debe aplicarse su unidad de medida).
Lo que no tiene mucho sentido es llenar el buche de palomitas de maíz, pero cada uno es libre de comer lo que quiera. Lo de las palomitas viene a cuento porque una mujer de Queens, en Nueva York, presentó, hace ya más de cuatro años, una demanda contra una empresa, ConAgra Foods, que se dedica a la fabricación y venta de este producto. La citada señora o señorita se ha pasado 16 años de su vida, desde 1991 a 2007, tomando dos o tres bolsas de palomitas diarias. A consecuencia de ello, al menos es lo que ella y los médicos que la atienden argumentan, sufre una enfermedad pulmonar.
El daño se produjo por la acción de un producto, llamado diacetil, que se añade a las susodichas palomitas con el fin de darles sabor a mantequilla. La ingestión diaria de palomitas con diacetil ha provocado la conexión de la mujer a un tanque de oxígeno y, según los médicos, deberá ser sometida a un trasplante de pulmón.
Información obtenida, para escribir este artículo, de New York Post.