Los sistemas de comunicación han cambiado notablemente en los últimos años. Las relaciones físicas han dado lugar a las virtuales en múltiples circunstancias. Son muchas las personas que no pueden vivir sin su teléfono móvil. Lo ponen a la derecha del plato cuando se sientan a comer en su casa o en un restaurante. Lo ponen en la mesa o en el mostrador de la cafetería. Lo llevan en la mano cuando caminan por la calle. Van siempre pendientes de él, esperando, no la llamada, sino el mensaje del amigo o amiga en WhatsApp, la publicación de un nuevo tema en Facebook o de una fotografía en Instagram, por no hablar del continuo flujo en SnapChat o en Twitter.
Sobre las tecnologías de la información
Las tecnologías de la información proporcionan enormes ventajas, pero también son causa de muchos problemas, propiciando riesgos cuando no se utilizan adecuadamente. A pesar de todas sus bondades, nunca podrán sustituir a las relaciones cara a cara, con las palabras, las risas, los gestos fluyendo en el aire. Lo que sí está claro es que todos los que utilizan las redes sociales y los programas de mensajería deben tener en cuenta una serie de normas, que han de respetar.
Todo lo que se publica permanece
Cuando algo se publica queda ahí para siempre, en nuestra cuenta o en la de todos los que lo han compartido. Los sistemas que almacenan la información mantienen todo guardado, aunque hayamos recurrido a la opción de borrado.
Por ello, insisto, debemos tener mucho cuidado a la hora de publicar. Nunca debemos subir una fotografía de niños a nuestro perfil de Facebook o a nuestra cuenta de Instagram, por los riesgos que ello supone. La exposición de los menores a los ojos de todo el mundo puede traer consigo males irreparables, dañando la dignidad, la intimidad y el honor de los menores. Ellos aún no son capaces de opinar pero, ¿qué dirán cuando alcancen la mayoría de edad y vean lo que han hecho sus padres?
Nada está cerrado
Algunos dirán que sus cuentas están cerradas para acceso solo de ciertos amigos y conocidos, que en WhatsApp solo tienen personas leales y grupos de compañeros. Pero, ¿qué ocurrirá si alguna de esas personas comparte con otros lo que se les ha enviado? Además, ¿quién nos ha dicho que personas ajenas no tienen acceso a los datos compartidos?
Por ejemplo, para acceder a una cuenta ajena de WhatsApp desde un teléfono móvil sólo hay que desinstalar la que está instalada y volver a instalarla con otro número de teléfono y su dirección MAC. También existe la posibilidad, en dispositivos Android, de instalar una aplicación espía que permite, tras rootear el móvil, acceder a otra cuenta de Facebook, Instagram, WhatsApp y demás.
Conclusión
El título de este artículo no admite dudas: Los riesgos que entrañan las redes sociales. Nuestras recomendaciones son claras y precisas, nunca se deben exponer a ojos ajenos lo que no queremos que vean. Debemos dejar a un lado esta actitud exhibicionista, sobre todo cuando los protagonistas son seres inocentes, que aún no saben lo que se está haciendo con ellos.