La movilitis es una enfermedad para muchos peor que la gripe. Cada vez son más las personas que la padecen, con mayor preponderancia en los jóvenes. Algunos mayores también están infectados por esta enfermedad en las que el teléfono móvil es el virus que la produce.
Lo vemos día a día, en todas partes. Siempre hay alguien enganchado al móvil, pendiente de lo que se muestra en la pantalla, respondiendo a mensajes, conectado a una red social o a un programa de mensajería, o navegando por Internet (en España un 72% de los jóvenes entre 18 y 24 años se conectan a la red desde un smartphone o teléfono móvil), entre otras posibilidades. No importa la situación ni el momento, todo es válido.
Si hay móvil no hay pizza
Solo tenemos que examinar la fotografía que sirve de entrada a este artículo, un grupo de jóvenes, mejor adolescentes, desprecian la pizza que les han puesto y se amarran con fruición a sus teléfonos móviles. No importa que el manjar se enfríe y que, como consecuencia de ello, pierda su particular sabor. Antes de nada hay que comunicarse por medio del dispositivo. Estoy casi seguro que están whatsappeando entre ellos.
Estoy casi seguro que durante la comida no van a hablar entre ellos y, en el caso de que lo hiciesen, utilizarían su dispositivo y se enviarían mensajes a través de WhatsApp. Lo podemos ver día a día en muchos bares y restaurantes: el móvil es el objeto que domina cualquier reunión.
Un beso y un abrazo no tienen valor
Pero aún hay más. La fotografía anterior entra dentro de lo insólito. Ya no importa el abrazo y el beso, la pantalla del móvil los supera. ¿Qué estará viendo el muchacho que está en primer plano? Por muy importante que sea nunca podrá superar a lo que le está proporcionando la chica. Su respuesta es automática, los labios de él están muertos, es evidente. Aclaramos que no creemos que esté haciendo un selfie.
Viaje a ninguna parte
No saben a dónde van, se trata de un viaje a ninguna parte. Puede ser un aeropuerto, una estación de tren o un hipermercado, es lo mismo, todos van pendientes de su móvil, sin importarles lo que les rodea. Están perdidos y tienen que encontrar el camino. Los vemos ahí y también en la calle, circulando por la acera sin fijarse en quién viene y quién va, llevándoselos muchas veces por delante. Y cruzan la avenida sin fijarse si viene un coche. Lo malo es que el conductor también vaya enganchado al móvil… Es la movilitis o smartphonitis: no podemos vivir sin el móvil.
Conclusión
No hay dudas de que los dispositivos móviles nos proporcionan una gran ayuda. Además de aplicaciones especificas centradas en una gran cantidad de acciones, existe también el riesgo del uso incontrolado que, obviamente, solo trae consigo consecuencias centradas en la negatividad. Debemos centrarnos en un buen uso, que solo nos proporcione beneficios.
NOTA: Hemos obtenido las imágenes de eBaum’s World. Hay un total de 26 imágenes relacionadas con el tema la adición al móvil.