Recuerdo que dispuse de mi primer ordenador en el año 1979 («xa choveu», como diríamos los gallegos). Cuando, en aquellos tiempos, se hablaba de la nube o de las nubes, mirábamos para el cielo. Mi Vic 20 de Commodore era una máquina compacta, que albergaba la CPU y el teclado en un conjunto que se conectaba a un televisor (los monitores eran especies caras, difíciles de conseguir). Al iniciarse el equipo, la ROM entraba en acción para que ejecutaras, en línea de comandos, una de las pocas y simples aplicaciones que albergaba el sistema.
En un principio fue el Escritorio…
Está claro que mi primer ordenador tenía un Escritorio de extrema pobreza. Todo lo que hacías era volátil, se perdía cuando apagabas el equipo. Recuerdo que compré una unidad especial de cassette que me permitía guardar secuencialmente, para recuperar posteriormente, pequeñas dosis de información.
Antes de que los PCs apareciesen en nuestras vidas, disfruté de un Sony MSX y de un Commodore Amiga. Sus Escritorios eran más ricos, los textos originales iban acompañados de dibujos y gráficos, eso sí, de una gran simpleza.
Microsoft entró en escena con su MS DOS. En la misma línea, pero sin alcanzar el mismo éxito (al menos a nivel personal), UNIX marcó una pauta, la que sirvió de alimento a Linux y macOS. Los sistemas operativos en línea de comandos dieron paso a los que utilizaban gráficos y botones para instalar e iniciar aplicaciones, entre otras funciones. Los teclados se aliaron con los ratones para un manejo más fácil y visual…
Y apareció Internet. Pero el Escritorio siguió siendo el rey. Todas las aplicaciones se ejecutaban en los equipos y los archivos generados se guardaban en los discos duros y unidades externas. Solo los servidores web, FTP y de correo albergaban archivos en la red. Algunos privilegiados disponían de estos espacios, utilizados con fines específicos, permitiendo, eso sí, el acceso de otros usuarios.
… y la Nube está con nosotros
El Escritorio no ha muerto y siempre conservará algunas de sus particularidades, pero la Nube ha surgido, no solo con el fin de sustituirlo, sino para enriquecer las comunicaciones. Esos espacios no solo permiten almacenar sino también ejecutar, admiten todo tipo de archivos e incluyen cada vez más aplicaciones, que sirven para crear y editar esos archivos.
La gran ventaja de la Nube es que siempre está ahí, que es accesible en cualquier momento, desde cualquier lugar y por medio de ordenadores y dispositivos móviles. No es necesario estar delante de ella para utilizarla. Solo hay que disponer de un dispositivo y de una conexión a Internet para establecer la comunicación.
NOTA: Si quieres saber más sobre la Nube, solo tienes que pulsar sobre el enlace propuesto o escribir el nombre en la caja de búsqueda que tienes en todas las páginas de Batiburrillo. Encontrarás varios artículos, con referencias a unos cuantos servicios, que te servirán para encontrar información y para activar una cuenta en todos los que desees.