Cuando una silla, unos zapatos o un automóvil convencen por su forma y apariencia o por sus características funcionales, casi siempre suelen surgir comentarios haciendo referencia a su diseño. Están bien diseñados, se dice, o tienen un buen diseño.
En términos similares se expresa el comerciante de electrodomésticos cuando el cliente llega a la tienda interesándose por cualquier objeto allí presente, o la señora que muestra a su amiga una nueva adquisición para la casa o para ampliar la colección de vestuario. Quizá, en este caso, se hable más que de buenos diseños, de diseños muy atractivos o diseños muy de moda, pero al final ahí está presente, una vez más, la palabra diseño.
Productos de diseño
Es un hecho que, se esté donde se éste, los productos de diseño nos invaden por doquier. Se encuentran en el comercio y en la casa, en el lugar de trabajo y en el de diversión, en el vehículo en el que se viaja o en la bicicleta que se monta. Van y vienen con la gente, pegados a su cuerpo. Llaman y reclaman invitando a su posesión, y hasta son motivo de que la existencia humana resulte más grata con su presencia.
Dondequiera que haya un instrumento, un utensilio, un espacio creado, un vestido, un frasco de perfume, un cartel, un libro, un ordenador, un teléfono móvil…, con ellos está el diseño. Nada se crea, nada se fabrica, nada se expende que no haya sido antes diseñado, proyectado, estudiado en cada uno de sus aspectos.
El buen diseño es señal inequívoca de éxito. Por lo tanto, el producto tendrá aceptación. Un diseño inexpresivo, que no provoque interés por el objeto, será causa de fracaso de quien lo lanzó. Mal papel podrá jugar ante la presencia de tantos rivales que compiten y se imponen con mayor poder.
Buen diseño y publicidad
¿Será, entonces, posible que un objeto al que acompaña un buen diseño se convierta de inmediato en publicidad de si mismo? No cabe la menor duda. Pero la atracción, el interés, la selección de unos sí y otros no, ¿dónde radican?, ¿a qué criterios responden?
Es cierto que, en la mayoría de los casos, tienen relación con las características externas y de apariencia de los objetos. La vista se siente atraída y complacida, antes que nada, por el orden, la armonía, la proporción, la coherencia entre formas, texturas y colores presentes en ellos. Es decir, por connotaciones de tipo estético. después de esa atracción primera vendrá el deseo de posesión.
Suele afirmarse, desde el punto de vista práctico, que el objetivo primario del diseño es atender, por encima de todo, a los aspectos funcionales de los objetos y a las condiciones de uso de los mismos. Y ello es verdad, pero la realidad suele ser diferente.
Las sillas, los bolígrafos y las planchas
Por experiencia se conoce la existencia de infinitas sillas muy cómodas y funcionales, pero distintas unas de otras por su forma, tapizado o material utilizado. Infinitos bolígrafos, de otros tantos fabricantes, que escriben perfectamente y se adaptan a la mano con total corrección. También encontramos infinitos modelos de planchas para la ropa, comodísimas y a vapor, que planchan solas.
¿Qué silla es la que se compra, qué bolígrafo o qué plancha? Si la publicidad no existiese y jamás se hubiese hablado de marcas, se elegirían, casi con seguridad, aquellos objetos que, para el comprador, representasen mejor aquellas circunstancias estéticas antes mencionadas.
Funcionalidad
Los aspectos funcionales suelen darse por supuestos al adquirir cualquier objeto. A nadie se le ocurre comprar un ordenador, una lámpara o una maquinilla de afeitar para colocarlos sobre un pedestal como si de esculturas se tratase.
Y por más interesante o expresivo que resultase un cartel publicitario o un signo comercial, y por mucho arte que hubiera derrochado en ello, no se le ocurrirá al grafista aplicarles un marco para exhibirlos en una galería como obras de puro arte, sin otro cometido.
El ordenador, la lámpara o la maquinilla de afeitar, el signo comercial y el cartel se crean para cubrir necesidades muy concretas, no solo para su admiración y contemplación.
Conclusión
Nadie podrá negar, sin embargo, que existen objetos y creaciones de diseño que merecen, en el mejor sentido de la expresión, pedestales y marcos con mayor justicia, quizá, que ciertas obras de arte muy bien enmarcadas y entronizadas.
Pero el diseño es un arte vivo y dinámico. No se le concibe al margen de las actividades cotidianas, sean éstas nobles y encumbradas, humildes o despreciables. Vuela por el aire, rueda por el asfalto, se aplica sobre la cabeza o se maneja con los pies. Se encuentra en el material de estudio y de investigación, lo mismo que en otro dedicado al aseo o la limpieza.
Cercano y, a la vez, desconocido. Quizá por creerlo cosa de profesionales o por no haber tenido la oportunidad de leer o escuchar ideas que hayan despertado el interés por su temática. A pesar de ello, se está ante un tema clave de la cultura y civilización contemporáneas al que nadie puede ser ajeno.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Diseño, arte y función. Publicado en el año 1981
Autor: Jesús Solanas Donoso