Ocurrió hace muchos años. Habíamos ido a una despedida de soltero. Mi cuñado aprovechó la coyuntura y se tomó alguna copita de más. Cuando volvimos a casa, dormíamos en la de mi suegra, el hermano de mi mujer (o socia, como a ella le gusta decir) se desplazaba en movimiento más sinuosidal que recto. Su orgullo no le permitía que lo cogiese del brazo para dirigirlo hacia el portal. Después de mucho esfuerzo, sobre todo por su parte (yo iba totalmente sereno), logramos llegar.
Problema al canto. Mi cuñado sacó el llavero del bolsillo. Localizar la llave del portal en el llavero le costó lo suyo. No quiso que le ayudase. Después de muchos intentos logró introducir la llave en la cerradura. Se repitió la escena en la puerta del piso. Fueron más de diez minutos de tediosa lucha. Y yo aguantando estoicamente.
Si fuese hoy, no nos hubiese pasado lo de aquel día de hace ya muchos años. En Yanko Design nos ofrecen un artilugio que se coloca sobre la cerradura para que, los que no ven bien o les tiembla el pulso (y también para mi cuñado cuando vuelve de una despedida de soltero), acierten a la primera con el orificio. Una V en su parte superior ayuda a desplazar la llave hasta el lugar adecuado para abrir la puerta. ¡Gran invento!
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