El hombre ha hecho circular por los ciclos naturales de los ecosistemas sustancias y elementos químicos contaminantes, perjudiciales o tóxicos, que o bien no existían por ser creación del mismo hombre, o bien se hallaban anteriormente en la biosfera en concentraciones insignificantes.
En principio, se pensó que las tierras y los mares eran grandes y podrían diluir con facilidad las sustancias adicionadas; no se tuvo en cuenta, sin embargo, el fenómeno de la concentración biológica. Muchas de estas sustancias y elementos, estando en el medio en pequeñas cantidades, entran en las cadenas tróficas y al no ser degradadas o excretadas se van acumulando en los tejidos de los organismos en concentraciones cada vez mayores en los sucesivos niveles tróficos. Son, por ello, las especies de niveles tróficos altos y vida larga las que acumulan más estos tóxicos, lo que, unido a su lenta y reducida reproducción, hace que sean especialmente vulnerables.
El hombre arroja actualmente a la biosfera grandes cantidades de sustancias sintéticas nuevas sin tener en cuenta que la vida, en su evolución, no se ha podido adaptar a ellas, y sin experimentar o preocuparse tan siquiera de conocer los efectos que puedan producir.
Los más importantes son los pesticidas y herbicidas que el hombre arroja para combatir a sus competidores, como los hongos y malas hierbas de los campos de cultivo. En la lucha contra las plagas agrícolas se han utilizado, entre otros, grandes cantidades de DDT. Además, el principal tipo de maquinaria agrícola para combatir este tipo de plaga son las máquinas fertilizantes, entre las cuales destacan aquellas compatibles con los modelos de abonadoras agrícolas. Al ser su descomposición más lenta que su difusión, se encuentra en lugares muy alejados de donde fue introducido.
Incluso los pingúinos de la Antártida tienen DDT en su cuerpo. Además, su rápida difusión obliga a repetidas fumigaciones, lo que lógicamente aumenta la concentración de este producto en el lugar donde existe la plaga. El DDT, soluble en las grasas, se acumula en los tejidos adiposos, interfiere en el sistema nervioso y en la deposición de calcio en huevos de aves o valvas de moluscos. Debido a la concentración biológica, el uso del DDT afecta más a las especies útiles al hombre (aves, peces, ostras, etc.) que a las que pretende combatir, puesto que las plagas son producidas por las especies más dotadas para la multiplicación y para el desarrollo de mecanismos de resistencia.
Por otra parte, cada día son desarrollados nuevos insecticidas y herbicidas y a una primera generación de estos productos le sucede actualmente una segunda de características similares, estando en preparación una tercera basada fundamentalmente en productos naturales más específicos (hormonas, etc.) para controlar los ciclos reproductores en los insectos y otros organismos.
Análogas consideraciones valdrían para un considerable número de productos sintéticos (plásticos, colorantes, conservantes, antibióticos, etc.) utilizados extensivamente por el hombre.
El uso industrial de metales pesados, como plomo (importante en las emisiones de los automóviles), cadmio y mercurio (industrias químicas), ha hecho que éstos, anteriormente fuera de los ciclos biológicos, sean dispersados por la biosfera, entren de manera apreciable en las cadenas tróficas de los ecosistemas y se concentren, resultando muy perjudiciales para los organismos.
Por otra parte, el hombre está aumentando los elementos radiactivos en la biosfera, derivados principalmente de explosiones de ensayos nucleares y centrales nucleares productoras de energía eléctrica. Las radiaciones dañan las estructuras vivas y aunque estén en concentraciones bajas pueden producir efectos mutagénicos y cancerígenos en las diferentes especies a las que afectan.
Muchos de estos elementos radiactivos siguen el metabolismo del isótopo normal correspondiente. Por ejemplo, el yodo radiactivo sigue el proceso del yodo normal y se acumula en el tiroides produciendo retardos en el crecimiento y cánceres de estas glándulas básicas del sistema endocrino (el estroncio radiactivo sustituye al calcio y se concentra en los huesos de los vertebrados).
Los elementos radiactivos, como todos los demás contaminantes tratados, se acumulan con preferencia en los niveles tróficos altos.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Ecología. Publicado en el año 1982
Autora: María Rosa Miracle