No discuto que los científicos – investigadores contribuyeron y contribuyen notablemente en la búsqueda del bienestar, entre otras cosas. Sus conclusiones contribuyen, en múltiples ocasiones, a la consecución de avances que contribuyen a hacer nuestra vida mejor, más saludable. Pero no siempre, es mi opinión, sus estudios llevan a descubrimientos notables. Con la afirmación de que las vacas son animales altamente contaminantes nos despertamos una mañana de hace ya algún tiempo. Los gases expulsados por el ano de estos herbívoros aumentan el nivel de contaminación que intensifica el efecto invernadero.
Sobre el impacto de las vacas
Hace cerca de cinco años se descubrió que no sólo los gases anales de estos rumiantes elevan el nivel de metano en la atmósfera sino que lo hacen también los eructos que surgen de sus bocas. Por ello, Stephen Moore de la Universidad de Alberta, después de estudiar los genes de los susodichos animales, ha llegado a la siguiente conclusión: cruzar ejemplares que producen menos gas CH4 con vacas normales. De ensueño. Ahora se le quiere echar la culpa del efecto invernadero a las vaquitas. (Reconozco que son muchas porque nosotros consumimos mucha carne de ternera). Llevan con nosotros desde el origen de los tiempos y siempre han sido así, ellas no son culpables de su constitución. En cambio nosotros si que producimos altos niveles de metano en nuestro incontrolado crecimiento. ¡Qué culpa tienen las vacas!
Mi opinión
Está claro que los únicos que rompen el equilibrio ecológico somos nosotros, los humanos. Sin nuestra presencia, la Tierra, estoy seguro, mantendría su equilibrio original, el que surgió en el origen de los tiempos. Sólo nos importamos nosotros, nuestro bienestar. Las vacas no tienen culpa de la contaminación que aqueja el planeta, y si lo tienen, es en una escala mínima.