Leí en BBC Mundo, hace ya algún tiempo, los resultados de los mensajes de un foro en el que se formuló la pregunta de si es adecuado operar a los perros para que no ladren, después de que en el Reino Unido se plantease la implantación de un procedimiento quirúrgico para extirpar las cuerdas vocales de estos animales. La indignación ha fijado la pauta de la mayoría de los comentarios. ¿Cómo podemos cercenar de raíz una de las formas de expresión que poseen estos seres? ¿Cómo podemos ser tan crueles?
Cuando un perro ladra es porque nos quiere decir algo. Nosotros para hacer lo mismo utilizamos el lenguaje, y algunos lo hacen de forma desagradable, insultando y vociferando, llenando nuestros oídos de improperios. No les han enseñado a hablar y se expresan gritando. Un perro bien educado no ladra sin sentido, a todas las horas del día. Un perro desatendido, descontento, ladra para protestar. Al que hay que operar es a su amo. o quitarle el perro.
¿Por qué los gestores de la idea, los artífices de la mutilación, no proponen hacer lo mismo con los hombres? ¿Por qué ellos sí y nosotros no? ¿Tendría sentido extirpar las cuerdas vocales de un bebé para que no llore, para que no moleste por las noches? Alguno me dirá que no es lo mismo un bebé que un perro pero, ¿quienes somos nosotros para tomar una decisión tan antihumana, aunque la apliquemos a un ser que no es humano? Seguro que los autores del disparate nunca han convivido con un perro.
Los perros son capaces de entendernos, pero nosotros no sabemos arbitrar los métodos para entenderlos a ellos. ¿Por qué los artífices del invento, en vez de tratar de enmudecer a los perros, no intentan buscar métodos que propugnen el entendimiento entre ellos y nosotros? Muchas veces el ladrido es la forma que utilizan para demandar nuestra atención.
Mi perrita, Rula, no ladra, no lo necesita. Cuando quiere algo nos lo hace saber sin emitir ningún ladrido, con gestos y actitudes. Cuando tiene hambre, le toca comer, se nos acerca a mi mujer y/o a mi, si es que no nos hemos enterado de la hora, y nos enseña su pequeña lengua deslizándose suavemente entre sus labios. Cuando quiere jugar con la pelota de tenis, se nos acerca, nos toca con sus patitas y da dos pasos hacía atrás sin quitarnos la vista de encima. Y sigue teniendo las cuerdas vocales… pero las utiliza muy poco, porque no las necesita.