¿Te has fijado, has visto a personas cruzando por un paso de cebra sin atender a los coches, ya que van enfrascadas en la pantalla de su móvil? Están examinando la pantalla principal de Facebook, viendo las actualizaciones de x (antes Twitter) o contestando un mensaje que han recibido a través de WhatsApp (entre otras múltiples posibilidades).
Toda su vida gira en torno a ese objeto de pequeño tamaño que emite sonidos típicos (y ya tópicos) y que permite, según muchos usuarios, mantenerte conectado con el mundo. No saben que la vida es real, que lo virtual existe, no hay duda, pero la persona con la que estás conectado tal vez se encuentre a tu espalda o a dos pasos a tu derecha, y que es mejor entenderse cara a cara, utilizando la voz como vehículo de expresión.
El teléfono móvil como protagonista
Charlene Deguzman montó una especie de documental con escenas en las que el protagonista es el móvil, todo lo demás es accesorio. Lleva más de diez años en YouTube y ha tenido más de 52 millones de visitas. Durante su primera semana tuvo cerca de 14 millones. (Estoy totalmente seguro que una gran cantidad de los visitantes lo han visto en su teléfono móvil).
¿Te has identificado con alguno de los protagonistas del vídeo? ¿Eres de los que en vez de comer devora radiaciones, que en vez de hablar balbucea, de los que ya les tiembla la mano por culpa del teclado que se dibuja en la pantalla? ¿Se te nubla la vista?
Los médicos ya tienen una nueva enfermedad que añadir a la enorme lista existente: la adicción al móvil, también conocida como Nomophobia. ¿Perderemos los humanos la capacidad de hablar y nos convertiremos en teléfono-dependientes, con los dedos como principales elementos de comunicación? ¡Todo es posible!
Conclusión
El verano pasado, y los anteriores, observé a varios grupos de personas, jóvenes y no tan jóvenes, que no renunciaron a su móvil a pesar de estar tumbados en la arena de la playa. Sus dedos, llenos de salitre, dejaban sus marcas sobre la pantalla de cristal. Pero no importa, cuando se estropee ya se cambiará, mejor, ya se comprará otro móvil.
Aún recuerdo, a pesar de que ya ocurrió hace más de cinco años, que había dos parejas sentadas en una de las mesas de la cafetería a la que fui a tomar un Albariño. Cada una de las mujeres y cada uno de los hombres estaba absorta y absorto con su móvil, sin fijarse en la persona que tenía al lado. En cerca de quince minutos no intercambiaron ni una sola palabra, solo atendían al smartphone.¡Sin móvil no hay vida!