Lo que viene a continuación es un publicación hecha por un usuario registrado en los ya desaparecidos Foros de Batiburrillo. Su nombre es, tal como aparecía en su ficha de registro, TiPHoN. Lo que mostramos fue publicado el 17 de febrero de 2012, hace cerca de doce años.
Lo que nos cuenta TiPHoN
Tras mucho tiempo sin pasarme por aquí me he decidido a escribir. El motivo es que he acabado de leer el libro Matemáticas, ¿estás ahí? de Adrián Paenza. En general me ha gustado bastante aunque discrepo en alguna de sus partes, sobre todo en algunos de los relatos que aparecen hacia el final.
Precisamente quería centrarme en esa diferencia de opiniones y para eso quiero exponer de antemano que soy un apasionado de las matemáticas, me encantan. Con esto no quiero decir que me pase el día haciendo multiplicaciones y divisiones, sino que me gustan esas matemáticas que responden a una gran cantidad de preguntas, responden al por qué ocurren las cosas y eso, para mí, es lo más importante.
Precisamente Adrián Paenza habla en su libro de estas preguntas, de hacer estas preguntas a alumnos, amigos, …, para intentar «vender» las matemáticas, darles una «mejor publicidad«.
Pues bien, mi experiencia tras haberlo intentado (muchas veces) es que la gran mayoría de la gente con la que me he topado se queda con la solución, no con el camino a la solución, que desde mi punto de vista es lo más bello. A la gente, en general, no le interesa el por qué, y, dónde no hay preguntas, no tienen cabida las matemáticas.
La Tierra es esférica, lo sabemos todos, pero a nadie le importa cómo diablos podríamos comprobarlo e incluso cómo podríamos calcular sus dimensiones, con una aproximación asombrosa, con poco más que mirar a un pozo y enviar a un esclavo a medir la distancia entre Siena y Alejandría (véase Eratóstenes).
Desde el vuelo de un avión, al uso de un GPS o un teléfono móvil. Detrás de casi cualquier cosa que utilicemos están las matemáticas, seguramente lo habrán oído miles de veces. Pero esto a muy poca gente le importa, y lo entiendo. La mayoría quieren tener su viaje tranquilo en avión, dejarse guiar por su GPS o hablar y enviar SMS en su teléfono móvil sin cuestionarse el por qué pueden hacerlo.
Muchas veces me he planteado, y seguro que no me falta razón, que quizás no sé crear el interés suficiente para atraer a los demás a este mundo que para mi es maravilloso, pero lo he intentado y aunque cada vez con menos frecuencia, no dejo de intentarlo. Aunque también he aprendido que lo que a mi me entusiasma, no tiene por qué gustarle a los demás y que donde yo veo belleza los demás pueden ver un soberano aburrimiento.
Volviendo al libro de Adrián Paenza, me ha dejado la sensación que en el libro pretende inducir a los matemáticos a «vender» las matemáticas a «hacerlas bonitas» y creo que hay veces en las que nuestro público no quiere que le vendamos nada, simplemente no les importa el por qué, y están en todo su derecho de no querer saberlo.