Uno de los procesos más importantes que operan en la percepción interpersonal es la atribución de causas a la conducta de las personas. A partir de los estudios de diversos autores cabe hablar, a nivel general, de dos grandes modalidades de atribución de causalidad a la conducta de los demás: la interna y la externa.
Cuando atribuimos la conducta de un individuo a alguna característica permanente, estado de ánimo, o actitud de dicho sujeto, hacemos una atribución interna. Si, por el contrario, pensamos que su conducta se debe a fuerzas externas a él, como pueden ser circunstancias propias de la situación, presiones sociales a comportarse así, etc., hacemos entonces una atribución externa.
Sobre la atribución interna y la atribución externa
El tema, que aparentemente podría parecer de escasa importancia, es sin embargo central en la interacción entre las personas. Estamos constantemente haciendo atribuciones de causalidad sobre la conducta de otros: ¿ha suspendido nuestro hijo en el colegio porque no tiene suficiente capacidad -atribución interna- o por circunstancias ajenas a él -atribución externa?
Una frase elogiosa que recibimos de otro ¿se debe a una actitud favorable hacia nosotros -atribución interna- o es más bien producto de la situación y de las costumbres sociales -atribución externa-?
¿Mató el criminal a su víctima de un modo premeditado -atribución interna- o se vio presionado por las circunstancias -atribución externa-?
En todos estos casos, nuestra percepción camina radicalmente según cuál sea el tipo de atribución. Estamos, pues, ante una cuestión relevante.
Requisitos sobre el tipo de atribución
La pregunta inmediata es obvia: ¿de qué depende que hagamos uno u otro tipo de atribución? A partir de las distintas investigaciones realizadas, podemos concluir que para llevar a cabo una atribución de causalidad interna, esto es, para poder atribuir la conducta a alguna característica del individuo, deben cumplirse una serie de requisitos, entre los que podrían señalarse los que siguen:
- En primer lugar, que percibamos en la conducta del otro una intención clara de comportarse así y de originar los efectos de su conducta. La intencionalidad es, sin duda, un factor clave en la atribución de causalidad.
- En segundo lugar, que su conducta no pueda deberse a fuerzas externas o ambientales. Esto es, que si el individuo se ha comportado de ese modo, no haya sido por exigencias de la situación o por razones ajenas a él. ¿Y cómo saberlo? Para que podamos asegurarlo, tal conducta debe cumplir ciertos requisitos.
– Que no se trate de una conducta socialmente deseable. La mayoría de conductas de cortesía y buenos modales, por ejemplo, son claramente conductas standard que no nos permiten hacer atribuciones de causalidad interna, pues se deben a convenciones sociales evidentes. Así, un «tanto gusto en conocerle» no nos permite suponer en el otro una verdadera actitud positiva hacia nosotros…
– Que tal conducta no sea la esperada en función del papel que el individuo desempeña. Porque si lo es, poco nos dice sobre las características internas de su ejecutante: cualquier médico, por ejemplo, se comportará de modo similar ante una emergencia sanitaria. Es la situación, y no los rasgos del sujeto, la que genera tal conducta. Sin embargo, una conducta que se aparte de las expectativas asociadas con ese papel sí nos dice, y en ocasiones mucho, sobre el modo de ser de individuo.
– Que esa conducta no sea específica hacia un objeto o persona, sino genérica ante otros. Por ejemplo, veo que mi amigo Juan parece enojado con una persona. ¿Se debe tal enfado a una característica de Juan o a algo externo a él (propio de la situación o del otro individuo)? Si Juan tiende a comportarse así ante otras muchas personas, tenderé a hacer una atribución interna: si su conducta es específica ante el citado individuo, la atribución será externa.
– Que no se trate de una conducta semejante a la de otras muchas personas en la misma situación. Porque si todos se comportan igual en ella, la conducta será probablemente generada por la situación, y no podré llevar a cabo una atribución interna. Así, por ejemplo, el nerviosismo en la sala de espera del dentista es una conducta típica de la situación, que no permite fácilmente hacer atribuciones internas.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Interacción humana y conducta social. Publicado en el año 1982
Autor: José Luis Sangrador