La igualdad humana es uno de nuestros ideales más esperanzadores y la única base aceptable para la organización social. Ciertamente tenemos que esforzarnos en implantar la igualdad, al menos ante el Estado, pero nuestra naturaleza biológica está determinada por una serie de juegos de azar.
El primer proceso reproductivo, la elección de pareja, está sometido a la voluntad, dentro de un cúmulo de condicionantes que hacen las delicias de sociólogos, sicólogos y murmuradores. Pero el azar predomina incluso en este proceso, porque ni las personas más exigentes conocen la gran mayoría de las características heredables de la persona a la que toman por pareja.
Sobre los espermatozoides y los óvulos
La formación de los espermatozoides, en el hombre, y de los óvulos, en la mujer, exige tomar un cromosoma de cada par, con lo que se reúnen los 23 cromosomas típicos de las células reproductoras. En el hombre, los cromosomas X e Y se separan, de modo que unos espermatozoides llevan X y otros Y. El proceso de reparto de cromosomas, que se llama meiosis, puede ser observado satisfactoriamente al microscopio.
El número de combinaciones es particularmente alto porque los cromosomas no se transmiten intactos de padres a hijos. Un mecanismo refinadísimo de entrecruzamiento permite a los dos ejemplares de cada cromosoma intercambiar fragmentos durante la meiosis, de manera que los cromosomas resultantes contienen textos originariamente presentes en personas distintas. Así, un cromosoma transmitido por un padre a un hijo comprende fragmentos de un cromosoma del abuelo paterno y de un cromosoma de la abuela materna.
La meiosis y la fecundación
La lotería de la meiosis puede generar un número tan grande de constituciones genéticas distintas, que un hombre no produce en toda su vida dos espermatozoides iguales. Los óvulos producidos por la mujer son también todos distintos.
Los espermatozoides y los óvulos ignoran, naturalmente, su propia constitución, y se reúnen al azar para formar el cigoto, la primera célula del futuro hijo. El proceso de la fecundación es así otro paso de la lotería genética, que multiplica las combinaciones posibles.
La elección y el azar
En todo este proceso la voluntad humana no puede intervenir más que en la elección de pareja y en la decisión de reproducirse. Los demás procesos ocurren al azar. Como modificación parcial de este azar, solo se encuentra que algunos espermatozoides con constituciones genéticas indeseables (a los que por error en la meiosis se ha dado algún cromosoma de más) son menos capaces de fecundar que los demás, y que ciertas combinaciones anormales de cromosomas parecen tener menos probabilidades de acabar en el óvulo.
Estas desviaciones del puro azar evitan algunos hijos anormales. En otras especies se conocen además situaciones de incompatibilidad, en las que las células femeninas de ciertas constituciones genéticas no se prestan a ser fecundadas por células masculinas de otras constituciones. Salvo estas leves desviaciones, los procesos de meiosis y fecundación ocurren totalmente al azar y escapan al control humano.
Conclusiones
A algunos les va muy mal en el sorteo. Aproximadamente el 2 por ciento de los recién nacidos reciben una constitución genética tan desfavorable que no pueden aspirar a una vida normal.
A los demás nos debe tranquilizar el que se sortean muchos miles de genes y que, si no salimos bien librados en algunos, raro será que no hayamos tenido más suerte en otros.
Fuente: Temas Clave de Aula Abierta Salvat – Nuestros genes. Publicado en el año 1981
Autor: Enrique Cerdá Olmedo